In memoriam...

Padre Raimondo Perlini scj
Desco, 23 de octubre de 1937 - Albiate, 27 de octubre de 2017

Un misionero con un corazón grande.

Alguien escribió: “La muerte, última misa del sacerdote”.
El P. Raimondo Perlini celebró la última suya, la última “misa” en el hospital de Lecco, el viernes 27 de octubre de 2017. Después de 80 años en esta tierra rindió su alma a Dios.
Quisiera aplicarle las palabras que san Pablo le dirigía a su discípulos Timoteo, ya al final de su vida: “Hijo mío, estoy a punto de ser derramado en ofrecimiento y llegó el momento de dejar esta vida, para mí. Combatí el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Ahora me queda sólo la corona de justicia que el Señor, justo juez, me entregará en ese día”.
Ese día, para el P. Raimondo, ya llegó: terminó su carrera en esta vida terrena, combatió la buena batalla del evangelio, derramó, dio su vida como ofrenda a Dios. Ahora bien el Señor ciertamente lo recompensará porque fue siervo fiel.
Hemos celebrado sus exequias en la iglesia de Paniga, el lunes 30 de octubre, con la participación de 22 de sus hermanos betharramitas, del Párroco el P. Bautista, del capellán de la casa de cura de Morbegno, ,el P. Ricardo y de muchísima gente que lo quería mucho. Ahora descansa en el cementerio de Paniga, cerca de su madre, María.
El P. Raimondo Perlini había nacido en Paniga, de Morbegno, el 23 de octubre de 1937. Cuando pequeño había escuchado la voz del Señor que lo llamaba a su servicio de manera particular en la vida religiosa y sacerdotal. Él también había dicho: “Aquí estoy, Señor” como había hecho el Señor Jesús al hacerse hombre, como lo había hecho San Miguel que se decía: “Aquí estoy, Señor, sin demora, sin reserva, sin mirar atrás, por amor. Aquí estoy”. Y Raimondo en 1948, siguiendo el ejemplo del P. Pierino Donini de Desco y del P. Celeste Perlini de Paniga, entró, todavía chico como muchos de nosotros, al seminario de Cólico. Maduró su vocación, en la oración y el estudio. llegando a ser, en 1953 religioso betharramita.
El P. Raimondo se hizo religioso betharramita en 1955 y después fue consagrado Sacerdote el 13 de junio de 1963. En seguida partió para la misión en Tailandia (en ese entonces se llamaba Siam). Viví con él 3 años entre 1960 y 1963. lo admiré y envidié el gran paso que daba al dar su vida al Señor para llevar el anuncio del Evangelio a tantas personas alejadas. Desde que partió para la misión, su mamá María lo llamaba simplemente “el Padre”. Y fue de verdad un buen padre para tantas personas que necesitaban su testimonio, de su palabra y de su ayuda incluso material para crecer como personas y como cristianos. Hizo tanto bien en el norte de Tailandia, en la provincia de Chiang Mai, en los más de 50 años que pasó allí. Se dedicó, alma y cuerpo, a educar a los niños, a celebrar los sacramentos, a catequizar a los adultos, a alimentar sobre todo a los chicos y a ayudar a los seminaristas a crecer en el amor a Dios y a los hermanos, a construir iglesias y escuelas para dar a esa gente un lugar donde rezar y parader a vivir. Dominaba tanto la lengua y estaba tan impregnado de la mentalidad y de la cultura local que le pidieron que colaborara, a nivel nacional con la traducción de la Biblia al tailandés.
Más de una vez fue también mediador, como decía él mismo, entre las autoridades civiles y algunos jóvenes italianos que estaban en la cárcel por drogas. Conocía mejor el Thai que el italiano.
Estaba tan impregnado de esta cultura y mentalidad oriental que, cuando volvía a Italia de vacaciones se sentía incómodo, le costaba hablar italiano, pero sobre todo, comprender los cambios sociales, culturales y políticos y también religiosos en esta nuestra civilización occidental.
Cuando me escribía, me contaba toda su vida, sus proyectos, sus esfuerzos. Como sacerdote y misionero fue realmente hombre de Dios y y hombre para los demás. Se dio totalmente a su misión porque, como decía san Pablo: “El Señor estuvo cerca de mí y me dio fuerza para que pudiera llevar a cumplimiento el anuncio del Evangelio”. A él también el Señor le dio fuerza para hacer tanto bien.
Escribía Giovanni Papini” “No tengo miedo de la muerte, sino sólo de la intimidad de la vida”.
Su vida no fue ni vacía ni inútil. Quiso imitar, a ejemplo de San Miguel Garicoits, el Sagrado Corazón de Jesús que nos dijo: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”. EL Corazón de Jesús fue un corazón abierto a todos, especialmente a los cansados, a los desesperanzados, pobres y pecadores. Y el P. Raimondo como Jesús tuvo un corazón manso, porque se puso a disposición de todos en una actitud misericordiosa, tolerante y generosa. Como Jesús tuvo un corazón humilde porque se puso a disposición para hacer la voluntad del Padre al servicio de los hermanos.
El P. Raimondo fue de verdad un sacerdote según el corazón de Jesús. Un hombre de pocas palabras, pero de palabra, un hombre con un corazón grande.
El P. Raimondo ahora vive en Dios. porque como escribía el servita Frey David María Turoldo, sobre los difuntos: “No los llamemos muertos, porque están más vivos que los vivos y están cerca de nosotros y presentes y nos ven desde adentro. Llamémoslos ;aquellos que nos precedieron’ y que nos esperan también a nosotros a encontrarnos con Dios”. Tú, P. Raimondo nos has precedido. Hasta siempre, en el Cielo.
Y muchas gracias por todo el bien use has sembrado en esta tierra.

Alessandro Paniga, scj