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Gustavo 01
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17/02/2016

Vida de la Congregación (1)

150 km siguiendo las huellas de los primeros misioneros

En los años 50-70, los padres de Betharram recorrieron los caminos de montaña del norte de Tailandia para llevar la buena noticia a los aldeanos aislados. Sus viajes valientes golpean la memoria local y su testimonio de vida sigue siendo un ejemplo de celo y dedicación misionera. Como un homenaje a la obra de evangelización, y para celebrar los 50 años de fundación de las Hermanas de María Inmaculada por Mons. Lacoste, scj se ha llevado a cabo una peregrinación de cinco días, con una regla para todos: caminar, subir, bajar,... siguiendo las huellas de nuestros misioneros del pasado.

La peregrinación partió el 3 de diciembre de 2015 desde Ban Huay Pong Lao, en la provincia de Mae Hong Son. El grupo inicial estaba integrado por el P. Somphong, que tuvo la idea de la peregrinación, el P. Phairote scj, el P. Buniert, el P. Sakai del clero diocesano, por dos hermanas de Maepon, por una catequista y un parroquiano.

Al comienzo, hasta la mitad de la primera etapa, guió al grupo un feligrés de Huay Pong Lao. La primera parte fue una “auténtica aventura”: escalar montañas, bajar a lo largo de riachos, atravesar arroyos y ríos. El camino estaba marcado por el rezo del santo rosario, además de la oración personal. Después de cuatro horas de caminata llegamos, así, a Ban Tung Wang Huang donde nos esperaba la gente del poblado que nos recibió con el almuerzo que nos habían preparado. Nuestro guía volvió a su pueblo; entonces nosotros continuamos a lo largo del camino de tierra hasta el pueblo de Mèto. Nos recibió el párroco del pueblo, el P. Jaroen. Después de una ducha reconfortante, la jornada culminó con la celebración de la Eucaristía, a la que asistió la gente del pueblo. El cansancio se hizo sentir y algunos necesitaron de un buen masaje restaurador.

La segunda etapa de nuestra peregrinación nos llevó a lo largo de los senderos recorridos por los misioneros de “otras épocas”. Estos senderos actualmente están abandonados desde hace muchos años y tuvimos que pedir la ayuda de un guía conocedor del lugar. Mientras tanto el grupo se había enriquecido con tres personas. Esta fue la etapa más corta, de una distancia de unos 25 kilómetros.

La tercera etapa de nuestra peregrinación fue muy semejante a la primera. a lo largo del recorrido nueve personas más se nos unieron, entre las cuales una mujer de 74 años y una chica de 13. El sendero trepaba por la montaña, la más alta que tuvimos que atravesar a lo largo de toda la peregrinación. El cansancio no dejaba de hacerse sentir. El programa inicial preveía pasar la noche en la selva, pero, a causa de una gran tormenta, tuvimos que preparar un “plan de emergencia” y decidimos descansar al abrigo, en el poblado de Ban Kong Bò: pasar la noche en la selva en esas condiciones, no era seguro. Mientras tanto tuve que desviarme para llevar la Eucaristía a los fieles del poblado de Ban Din Kao.

Llegamos así al cuarto día de nuestro camino con otros cuatro peregrinos entre los cuales tres chicas de la escuela San José de las Hermanas de St. Paul de Chartres. Como no conocíamos el camino que de Mechaem lleva a Mae Laek, tuvimos que pedir informaciones a lo largo de todo el recorrido. Al llegar a Mae Laek ninguno de nosotros conocía a la gente del lugar a pesar de ser todos karen: llegamos tarde y no sabíamos a quién dirigirnos. Por suerte había una familia cristiana y, en pocos minutos, todos estaban dispuestos a recibirnos en sus casas. La generosidad de la gente de Ban Mae Laek merece un gran reconocimiento.

Llegamos así la último día antes de la llegada a nuestro destino final, donde encontraríamos a otro grupo de peregrinos que venían de Huay Tong y de Maepon Este. Para estos últimos peregrinos el camino comenzó con la escucha de la historia de la primera evangelización operada por el catequista Toke, que vivió con los misioneros y la homilía del P. Chokdi Damrongnurak, párroco de Huay Tong. EL camino fue marcado por cantos religiosos y por el rezo del santo rosario. El camino de estos peregrinos fue de un solo día.

Para nosotros que salimos de mañana, con las primera luces de la aurora, el camino fue venturoso; al no poder seguir el camino marcado, tuvimos que atravesar la selva por la ladera del Doi Inthanon, con el riesgo de perdernos. Gracias a Dios, un habitante de un poblado de esta región se ofreció voluntariamente a acompañarnos y todo terminó bien.

Para los peregrinos que venían desde el principio, la jornada fue de campo. El P. Sompong guió el rezo del santo Rosario, a lo largo del camino hicimos pequeñas paradas para retomar aliento, pero cada poco sentíamos el frío de la alta montaña. Tardamos casi 8 horas en atravesar la montaña más alta de Tailandia, el Doi Inthanon, en dirección a este para llegar al camino asfaltado que lleva a la cumbre. El guía que nos acompañó por el camino en la selva, volvió a su poblado y nosotros bajamos a Maepon que estaba a muchos kilómetros todavía y ninguno de los presentes, ni siquiera el P. Sompong sabía el camino.

Por fin encontramos una placa que indicaba la distancia que nos faltaba recorrer para llegar al lugar de la cita: 11 kilómetros, es decir, todavía dos horas y media o más, a causa del cansancio.

El otro grupo ya había llegado al lugar del encuentro, desde hacía tres horas, pero, en contacto por celular, decidieron esperarnos para terminar el camino todos juntos.

Finalmente, alrededor de las 7 de la tarde, nos encontramos todos juntos para ingresar solemnemente a Maepon. Sin preocuparnos por el cansancio, concluimos magníficamente nuestra peregrinación con la celebración eucarística para agradecer la protección recibida durante el camino. El P. Sompong en una breve homilía quiso subrayar que “aunque algunos de nosotros caminaron durante cinco días y otros sólo un día, todos hemos recibido un talento: Dios siempre es misericordioso”.

Caminando con el P. Thinakorn Damrongusasin scj
y el P. Phairote Nochatchawan scj

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