Vida de la Congregación (2)

La Congregación de Betharram tiene un lugar especial en las cartas de Mariam. En 1878 escribe al P. Etchecopar: “ En todos los santos lugares hemos rezado, he rezado por Betharram, por usted, querido padre y por nuestros hermanos. En todas partes pedí la gracia de que sean todos santos.” Es asir como también Mariam nos llama a la santidad”.

Quedamos sorprendidos al ver los vínculos que existen entre Betharram y Santa Mariam de Jesús Crucificado. El pasado está repleto de esos vínculos. Los biógrafos más documentados son religiosos de Betharram que siguen siendo puntos de referencia; los PP. Estrate, Buzy y Brunot que pasaron tantos años en Tierra Santa, transmitieron a la Congregación un afecto especial a Mariam. Las nuevas generaciones reciben también con alegría ese testimonio; Una iglesia le ha sido dedicada en Brasil; la capilla de la comunidad de la casa de formación de Adiapodoumé, construida en 1975, también; el escolasticado de Mangalore está impregnado de su paso por la India. Evidentemente, la comunidad de Pau es, desde 1970, custodia activa de su devoción, ya que nuestra congregación hizo la opción de ser la animadora de ese antiguo Carmelo en el que Mariam pasó cerca de 6 años, de los 10 de su vida de Carmelita.

Tuve la gracia de celebrar durante muchos años en la capilla de Adiapodoumé y en el Carmelo de Belén y ahora de vivir en la casa de Pau; admiro cada vez más el mensaje evangélico que ella nos transmite. Su canonización, en este año de la vida consagrada me invita a profundizar su mensaje.

Es un llamado a consagrarme completamente al Señor, saliendo de mí mismo, como lo recomienda la espiritualidad del Carmelo. Para eso, poner al Señor en el centro de mi vida, sin conformarme de la regularidad de los momentos de oración queriendo crecer en un “corazón a corazón” con el Señor para adoptar cada día un poco más los sentimientos del Corazón de Jesús que quieren ser la motivación de nuestro ser de religiosos de Betharram. La confianza absoluta en Dios de Mariam es lo que yo admiro: ¡Cómo tengo que crecer en ese camino!

La humildad fue la cualidad fundamental que viene de esa confianza en Dios. Sé que es el camino que también tengo que recorrer para seguir a Jesús “manso y humilde de corazón”. Pero también tengo que reconocer que hay muchas resistencias para hacerme esa “pequeña nada”, cuando en mí, hay también mucha sed de ser reconocido y apreciado. Los años, sin embargo, permiten hacer algunos progresos. Pero, donde la obra me parece inmensa, es en la aceptación de las humillaciones. Mariam supo aceptar positivamente las humillaciones, el rechazo de la congregación de San José de la aparición en Marsella o el rechazo en el Carmelo de Mangalore. Es un llamado a ser cada vez más discípulos de ese Jesús “anonadado y obediente” que quiero ser pero que me cuenta alcanzar.

Admiro también su docilidad y su familiaridad con el Espíritu Santo, en una época en la que las referencias al Espíritu Santo casi no existían. Siempre me impresionó uno de los pedidos de su oración: “… de toda ilusión, presérvame”. A veces un bien aparente, en el plano humano me puede alejar del Evangelio. Sólo un buen discernimiento iluminado por el Espíritu me permite recuperar el verdadero camino del discípulo; Mi generosidad y mi entrega necesitan ser releídas a la luz del Evangelio.

La participación en la canonización de Mariam en Roma y a la celebración de la transverberación de su corazón, aquí, en Pau fueron un llamado apremiante a la conversión que se me pide.

Lo que es impresionante en Mariam es su abertura al mundo; la vida del claustro no la enceró en sí misma. Su corazón está abierto a lo universal. Partir para fundar un Carmelo en la India con todas las incertidumbres del viaje, encarar la fundación de Carmelos en Belén y en Nazaret, preocuparse por el futuro de Betharram hasta ese punto, entablar relaciones con los obispos y con el Papa, a pesar de su ignorancia, comulgar con el sufrimiento de los cristianos perseguidos en China y unirse a las miserias del hambre en la India, todo eso lo prueba. Lo mismo hará otra carmelita, Santa Teresita del Niño Jesús, algunos años más tarde. Es una suerte, entonces, que esta canonización nos haya permitido escuchar más atentamente esta tierra martirizada del Cercano Oriente que grita su esperanza en la basílica de Santa María Mayor, durante la misa en árabe. En Pau, los cristianos perseguidos de Irak refugiados aquí, nos presentaron los sufrimientos de los cristianos en un video y durante la celebración eucarística de ese 23 de mayo.

Santa María de Jesús Crucificado no buscó la canonización como una recompensa; quedó sorprendida y maravillada. Somos nosotros que necesitamos que se nos recuerde la actualidad de ese mensaje evangélico. Nuestra congregación está realmente feliz por la proclamación de esta santa “que tanto amó a nuestra familia” (RdV 92, g). El testimonio que dio de los religiosos de Betharram delante del Patriarca de Jerusalén nos cuestiona: “No son como los demás; tienen sencillez y caridad” (carta al P. Etchécopar 171 ; 18 de nov de 1877).

Laurent Bacho scj