La Regla vivida

El P. Andrea es el Decano del Vicariato de Italia. Pasó parte de su vida en el Brasil, después en la casa de formación de Monteporzio y actualmente reside en la comunidad betharramita de Albéate. Durante años fue ecónomo de comunidad.
Cuando uno encuentra al P. Andrea, queda impresionado por su sonrisa y sus atenciones y uno se siente en su casa.
Le pedimos que nos contara su experiencia de vida. De manera particular, le pedimos que nos dijera como trató de vivir su servicio de ecónomo de comunidad, partiendo del número 48 de la Regla de Vida. El resultado fue una narración simple y directa.

Artículo 48.
Pobres de corazón, queremos estar cercanos y ser solidarios de los pobres, aceptando que nos interpelen y nos evangelicen. Elegimos trabajar para ganarnos la vida. Aceptamos la dependencia y, si fuera el caso, inclusive la incomodidad. Ponemos completamente al servicio de los demás nuestro tiempo y nuestros talentos. Tratamos de vivir un estilo de vida simple, el de la gente modesta de nuestro entorno.

Desde 1951 hasta 2016, se me pidió que fuera ecónomo. En Brasil y en Italia.

Conscientemente, traté de poner en práctica esta obediencia de la mejor manera posible, como un servicio a la comunidad.

La palabra “servicio” en sí dice y sobreentiende algo más, como por ejemplo “amor”. No vas a ser un buen ecónomo si no amas a tu comunidad vista no como personas sueltas, sino como una familia unida por un amor mayor, el de Dios, por un ideal común y una colaboración fraterna. Hacer el ecónomo, no es tanto un oficio, cuanto un servir prontamente, con sacrificio, solicitud, atención, especialmente a las necesidades de los hermanos, sabiendo prever antes de que se manifieste su necesidad, para no incomodar a nadie.“Elegir trabajar para ganarse la vida” es un deber que se refiere a cada uno de los hermanos que no tienen que preocuparse por sus intereses -egoísmo sino ser conscientes y poner el fruto de su trabajo, sea cual fuera y gustosamente, a disposición de toda la comunidad. El ecónomo tiene que ser el primero en hacerlo, hasta para ser ejemplo. Trabajar “para ganarse la vida” es simplemente tomar consciencia de ser pobre. Cuantas familias hoy, están en problemas por falta de trabajo, por lo tanto no ganan… y vivir es un problema desesperante.

A nosotros, religiosos betharramitas, el trabajo apostólico no nos falta: exige interés espiritual para tantas personas que encontramos en nuestro ministerio, exige voluntad de hacerlo con alegría, pide constancia y serenidad. Repito: sin amor corremos el riesgo de vivir como “ricos”, y por lo tanto, de no tener interés por el pobre.

En Brasil, tuve una experiencia inolvidable, lindísima: una comunidad que trabajaba mucho, pero siempre contenta, siempre fraterna, ejemplarmente religiosa y contenta de su propia pobreza y más todavía, de ayudar a muchos sin alimentos ni dinero.

Y además, el Papa Francisco nos dice que el amor es ese servicio concreto que nos hacemos unos a otros. El amor no es una palabra, sino una obra y un servicio humilde, silencioso y escondido.

Los dones del Espíritu Santo son dados a todos, a cada uno según sus propias capacidades para el bien de la comunidad, para que crezca cada vez más.

Tengo la impresión de que hoy las comunidades ya no son tan espirituales, como quería San Miguel y por eso no conocen tampoco la verdadera humanidad.

Trabajar para que vivamos nosotros, pero sin olvidar a los pobres. Cristo no ahorró esfuerzos. Y nosotros, llamados por vocación a ser sus seguidores, ¿cómo vivimos?

Abramos un poco más nuestro corazón y ampliemos nuestro horizonte. Tal vez necesitamos aprender.

¡La formación no acaba nunca!

Andrea Antonini scj