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13/04/2016

El Calvario de Betharram (4)

El Calvario hasta la Revolución

El Calvario de Betharram (4)

Aquí estamos de vuelta al siglo XVII, en Betharram. Inspirado por la devoción al misterio de la Cruz y con la garantía de la autenticidad del milagro de setiembre de 1616, el capellán Hubert Charpentier mandó plantar tres grandes cruces en la cima de la colina. Fue el primer Calvario de Betharram, inaugurado en 1623. Charpentier había concebido un proyecto más ambicioso que no pudo llevar a cabo. Antes de partir de Betharram, en 1638, la generosidad de Luis XII, rey de Francia, había permitido construir un gran oratorio, más arriba de la primera capilla de los capellanes: es la quinta estación, llamada “capilla San Luis”, del Via Crucis actual.

La fama de Betharram, alimentada por los milagros que acontecían, no paraba de extenderse. Venían pueblos enteros y la capilla de Hubert Charpentier se reveló insuficiente. Los capellanes hicieron construir el santuario actual, probablemente en el mismo lugar de la capilla antigua. La capilla de Nuestra Señora fue completada en 1661 y consagrada poco después por el Obispo.

Ya en 1659, san Vicente de Paúl escribía: “Hay un establecimiento de la Compañía en un lugar de gran devoción que, si no es el segundo, por lo menos es el tercero más frecuentado del reino. Se trata de Nuestra Señora de Betharram, donde a menudo hace milagros…” Efectivamente, desde el siglo XVII se estableció una tradición notable en Betharram: pueblos enteros organizaban peregrinaciones cada año, en una época determinada.“De todas las parroquias, Bruges1 fue la primera en venir a Betharram, desde 1623. Según las cuentas de la ciudad, los peregrinos, en número de mil o mil quinientos, marchan en grupo, precedidos por una bandera por san Martín y por el clero. Unos ‘encargados’ garantizaban el orden. En Betharram, la misa era cantada acompañada por el órgano del coro de la capilla, y los magistrados municipales se presentaban llevando ofrendas”2.
Lestelle hacía su peregrinación la mañana de la Ascensión y la tarde del 15 de agosto, con el Consejo municipal a la cabeza. Peregrinos que venían de lejos se encontraban ya en el lugar, las vísperas de las grandes fiestas. Había que ocupar la tarde; los capellanes organizaban vigilias de oración. Los peregrinos más fervorosos pasaban la noche en el santuario. Otros descansaban en los hospedajes o en casas particulares.

A veces la afluencia era tal que era imposible encontrar hospedaje. Si el tiempo era lindo, los peregrinos preparaban una cama con el follaje y dormían a la sombra del Calvario, envueltos en sus frazadas. En esa época se contaba con pocos oratorios estaciones… A partir de 1705, por iniciativa del superior de los capellanes, Baratnau, el Calvario de Betharram conoció un período particularmente glorioso. La simplificación del proyecto que figuraba en la estampa de Lasnes3 permitió reservar todos los recursos al embellecimiento interior de las estaciones. Baratnau renunció a un plan simétrico; había acabado esa linda armonía tan agradable a los ojos. Los trabajos comenzados en 1716 avanzaron a buen ritmo; Duraron sólo cuatro años. El Calvario completo estaba compuesto por ocho capillitas que protegían la pintura de las estatuas. Se meditaba la Pasión de Cristo en 14 estaciones.

En 1720, el Calvario así como existió en el siglo XVIII estaba acabado. Pero hacían falta muchos bienhechores para mantener Betharram; los capellanes sacaban préstamos o pedían donaciones. Fue así como, “el 25 de abril de 1761, solicitaron 80 luises de oro al Sr. De Capdevielle, señor de Gomer, para solventar los gastos de la casa”.

Un viajero de Bordeaux escribía en 1765, después de pasar por Betharram: “Las estatuas, más grandes que el tamaño natural, son de una hechura bastante buena, las proporciones bastante correctas, los cortinados bien hechos”. El capellán Touton apreciaba la expresión viva de los personajes y afirmaba: “Sólo les falta hablar”.

Dos preciosas reliquias de este Calvario, conservadas en el museo de Betharram y que figuran en el catálogo de Bellas Artes, un Cristo de la Flagelación4 y una cabeza mutilada de la Virgen, justifican el juicio de los primeros testigos.

Al mismo tiempo, nos hablan del vandalismo que se desencadenaría bajo la tormenta revolucionaria.

Raymond Descomps scj (1916 - 2009)
Extracto de Notre-Dame de Bétharram - La Mère qui sauve
y de «L’Écho de Bétharram» (1973)

1 Municipalidad del Béarn.
2 Cfr. Henri Lassalle scj, Notre-Dame de Bétharram, p. 226).
3 Ver la ilustración en la NEF de febrero de 2016).
4 Esta escultura se encuentra actualmente a la entrada del Santuario.

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