Cuando seguimos los deseos humanos, vamos hacia la muerte; cuando seguimos al Espíritu Santo, vamos hacia la vida y hacia la paz (Rom 8, 6). Jesús, renunciaste a los deseos humanos, tú que eras puro de todo pecado: y nosotros, tus discípulos, debemos luchar para morir al pecado, para resistir a nuestros deseos humanos. Que el ejemplo de tu muerte sea para nosotros una armadura: nos volvemos hacia ti, ayúdanos a vencer los atractivos del placer y a soportar el dolor. Tú, nuestro Dios, sufriste en tu carne inocente; ¿cómo podemos halagar a nuestra carne alcanzada por el pecado? Amar los placeres conduce al pecado, y queremos separarnos del pecado, queremos vivir contigo, Señor Jesucristo. Contigo estamos muertos; contigo estaremos unidos para la vida de Dios (Rom 6, 5). Que el pecado no tenga, pues, poder sobre nuestro cuerpo, sino que nuestro cuerpo sea un instrumento para que hagamos el bien; lo que éramos antes, eso ha sido clavado en la cruz contigo (Rom 6, 6): danos, pues, el amor de la cruz; y para permitirnos un deseo tan poco natural, aceptas, tú que eres Dios, morir en la cruz y, por ende, nos colmas con tus beneficios. "En avant", oración n°222, por Beñat Oyhénart,SCJ | 
Santuario de Betharram | Cristo español
|