Escuchando a San Miguel...
Cuaderno Cachica 13
Últimamente murió en Pau una señora inglesa, que tenía también la virtud [del abandono a Dios] en un grado eminente. Era la mujer de un general escocés; había tenido dudas sobre su religión y había acabado por entrar en el seno de la Iglesia; mientras su hija única fue bautizada más tarde, recibía en secreto la bendición nupcial. Su marido murió poco después, y la dejó con su joven niña; pero ella misma no tardó en seguirlo a la tumba.
El sacerdote que la asistió en sus últimos momentos, le preguntó si no estaba con miedo por el futuro de su niña, que iba a quedarse en una situación muy triste.
“¡Oh! Sobre este punto, respondió, estoy perfectamente tranquila. Si Dios me saca de este mundo, Él sabe que aquí queda una niña que necesita apoyo, y será para ella su padre y su madre. Mi niña no puede estar mejor que allí dónde Él la quiere.»
¡Cuanta fe! Nos decía el Padre Superior. Raramente se la encuentra, incluso entre los sacerdotes. Otra madre, cuanto más hubiera sido religiosa, tanto más miedo habría tenido; pero ésta veía sólo a Dios y confiaba en Él. Ésta es la verdadera virtud, el resto es sólo imperfección. Sí, esta confianza merecía una recompensa.
Cuando el sacerdote a quien estas palabras habían sido dirigidas compartió eso conmigo, quedé impresionado por tan grande seguridad; nunca lo olvidé. El sacerdote todavía me decía: ella era de un espíritu superior. Lo había dejado asombrado a menudo por sus conocimientos y sus profundas opiniones.
Cuaderno Cachica, 13
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