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14/01/2016

Vida de la Congregación

Aquí estoy delante de Dios y de mis hermanos

Vida de la Congregación

El 12 y el 18 de diciembre de 2015, nuestros jóvenes hermanos Juan Pablo García Martínez y Alcides Ramón Riveros Diaz, de la Región P. Augusto Etchécopar, hicieron los votos para comprometerse definitivamente en el seguimiento de Jesús, siguiendo las huellas dejadas por San Miguel Garicoits. La entrega preciosa de sus vidas y su compromiso definitivo es un momento de alegría y de gratitud para la comunidad cristiana y para la familia de Betharram. Esa entrega es el fruto bendito de un largo y paciente proceso de maduración.

 

“Aqui estoy”, “Ape aime”
Es una alegría compartir a través de estas pocas líneas mi humilde experiencia de Dios y el camino recorrido en la congregación de Betharram. Sentí el llamado de Dios cuando tenía 18 años y desde ahí empecé a buscar respuestas, pero dejé de lado unos años lo que venía sintiendo en mi interior y comencé a programar mi vida según mis proyectos. Pero siempre trabajaba incansablemente en la Parroquia San Francisco Javier de la Colmena, en donde atendían los betharramitas. Provengo de una familia muy humilde y trabajadora. Mi padre Timoteo Riveros y madre Silvina Díaz, (in memoriam), quienes me mostraron el camino que lleva a la felicidad, que es el seguimiento a Jesús. Soy el sexto hijo. Tengo cinco hermanas mayores y un hermano menor.

En el 2004 con la ayuda del P. Tobia Sosio empecé un proceso de discernimiento más (profundo) serio. Frecuentaba más la casa parroquial y ya empezaba a participar en los primeros retiros vocacionales en la diócesis y después ya en la congregación. Al año siguiente fui admitido para hacer mi aspirantado en la Parroquia San Joaquín, con el P. Javier Irala y el Dic. Daniel Pavón, fue una experiencia muy rica, en la convivencia con ellos percibí la gracia del llamado de Dios y la fragilidad humana que uno lleva consigo en el camino. En el 2006- 2008 realicé el postulantado en la casa de formación de Puente Remanso. Tuve como formador al P. Mauro una persona idónea que me ayudó mucho en proceso de formación.

En los años 2009-2010 fue la etapa que marcó mi vida, dos años de noviciado en Adrogué, Argentina. La experiencia del noviciado es gracia. Es la experiencia de la que nos habla san Juan: “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos y palpado con nuestras manos” (1Jn1). En 2011-2014 fue la experiencia del escolasticado, en Belo Horizonte, Brasil. Fue el tiempo de afianzar lo que realmente quería vivir como religioso. El acompañamiento personalizado, la misión, la formación teológica, la vida fraterna en comunidad, la oración, son los que me dieron las condiciones para comprender y vivir el Evangelio. Asumir los consejos evangélicos con responsabilidad es un desafió que no termina en solo cumplir, sino en manifestar con mis actitudes el mensaje de Jesús.

En 2015 fue el año de preparación para mi “Aquí estoy” definitivo al Señor. Fue un año de gracia, salir de la casa formación e insertarme en una comunidad misionera no fue fácil, pero tampoco imposible. La comunidad que me acogió para esta experiencia es la Parroquia San Francisco Javier, La Colmena, en compañía de los padres Osvaldo Caniza y Milciades Ortigoza, quienes en todo momento me ayudaron a conocer el carisma de Betharram.

18 de diciembre de 2015, profesión perpetua del H. Alcides Ramón Díaz (a la derecha) y primeros votos de Sergio Leiva (en el centro) con el Superior Regional, el P. Gustavo Agín scj

En estos diez años de formación puedo decir con certeza que vale la pena dejar todo para seguir a Jesús. Por eso, me gustaría subrayar algunos puntos más significativos que me ayudaron a dar mi “si” definitivo. Optar por la vida religiosa es un acto de fe. Lo que me impulsa, lo que me atrae a dar este paso es la fidelidad de Dios y la ternura de su misericordia. Si en este momento me preguntan ¿qué es lo que espero de Betharram?, puedo decir que no espero cosas extraordinarias sino más bien dejarme conducir por el Espíritu Santo para que mi entrega sea fecunda porque solo una entrega generosa por el Reino es creíble: así también, reproducir y manifestar el impulso generoso del Corazón de Jesús, el Verbo Encarnado, que dice a su Padre: “Ecce venio” y se entrega a todos sus quereres para la redención de los hombres.

Alcides Ramón Riveros Diaz SCJ

 

Compartiendo el camino

Me llamo Juan Pablo y, cinco años atrás, realicé mis primeros votos en nuestra pequeña familia de Betharram. Fue en la Capilla Sagrada Familia de Adrogué (Argentina), un 12 de diciembre, fiesta de N. S. de Guadalupe, patrona de esta margen del Atlántico. Recuerdo con emoción la alegría de esa primera profesión: el clima de fiesta, los hermanos presentes, los vecinos del barrio, la gente de mi ciudad, la familia, los amigos y el deseo de responder con generosidad a la Alianza que el Señor me proponía. Recientemente, aquellos primeros votos se tornaron definitivos, es decir, “para toda la vida”... Me acompañaron la misma – o mayor – alegría, rostros emocionados, miradas de cariño y de esperanza y el mismo – o mayor – deseo de celebrar una Alianza que, esta vez, se hizo definitiva. Como en aquellos primeros votos – y en cada renovación –, una frase, acrecentada a la fórmula definida en nuestra Regla de Vida, expresa la experiencia vivida en Betharram y el matiz de la misión que el Señor me confía: “Que pueda dar gratuitamente lo que gratuitamente recibí: misericordia y vida”. Es difícil sintetizar en tres mil caracteres (espacios incluidos) – como me piden los editores de la NEF – lo que fue más significativo durante estos nueve años de formación (nueve, sin incluir los tres años de discernimiento previo), la vivencia de este paso definitivo y la proyección, hacia el futuro (“¡Hacia adelante siempre!” – como nos anima San Miguel), de mi vocación y misión. Pero, tal vez, esas dos palabras, “misericordia y vida”, basten para decirlo todo.

12 de diciembre de 2015, profesión perpetua del H. Juan Pablo García Martinez (a la der.)
y primeros votos de Mariano Surace (a la izq.)

Cuando, por vez primera, entramos a un lugar que marcará nuestras vidas para siempre, o cuando conocemos una de esas personas llamadas a enriquecer perpetuamente nuestra existencia, algún elemento, alguna tonalidad, algún gesto o palabra suelen captar nuestra atención, dejando en el corazón una impresión primigenia e imborrable. “Misericordia y vida” fueron, en mi encuentro con Betharram, esa impresión originaria, que el tiempo y el amor de Dios (y de los hermanos) se encargaron de hacer indeleble. Fue, de hecho, por esa “misericordia y vida” que, en los Ejercicios Espirituales de treinta días, durante el Noviciado, conocí el amor del Padre en mis límites e infidelidades (I Semana), respondí con un “sí” al llamado de su Hijo (II Semana), por Él sufrí (III Semana) y por Él me alegré (IV Semana). Fue por esa misma “misericordia y vida” que, una vez en Brasil, donde estudian Teología los escolásticos de la Región P. A. Etchecopar, ingresé, junto a otros hermanos, a la Pastoral Carcelaria de Belo Horizonte. Al principio me costó bastante y, por temor, llegué incluso a decir, en el interior de una celda, que Pelé fue mejor que Messi y Maradona juntos (¡!), pero– anécdotas aparte – la Buena Noticia de Jesús (¡Dios es Amor!) quería hacerse presente en ese lugar donde tantas personas, como la cierva sedienta, anhelan consuelo y esperanza. Así que allí fuimos, con los Hnos. Alcides y Cristian…

“Misericordia y vida” fue también la consigna de los Ejercicios Espirituales de treinta días que, como preparación para los votos perpetuos, realicé al concluir el pasado año. En ellos, el Señor me recordó: “Nunca olvides, Juampi [así me llaman mis amigos], que mi Servidor no rompe la caña quebrada ni apaga la mecha que arde débilmente…” (cf. Is 42,3). Al despedirme, pido, a quienes lean este breve testimonio, que oren por mí. Rueguen para que pueda encarnar, con fidelidad (y con paciencia ante mis límites), como consagrado betharramita y, Dios mediante, como diácono y presbítero, la vocación y misión que el Señor me confía.

Juan Pablo García Martínez, SCJ

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