La Palabra del Superior General

En el vocabulario actual de la vida religiosa tenemos el término “carisma” que en tiempos de San Miguel Garicoits no se utilizaba. En sus escritos encontramos más bien la expresión “el espíritu de nuestro Señor Jesucristo” y otras que expresan lo mismo: “el espíritu de N.S.”, “el espíritu del Corazón de Jesús”, “ese divino espíritu”. Se trata de las convicciones profundas del Corazón de Jesús que se manifiestan en actitudes y conductas exteriores. ¡Qué interior, qué exterior!: “Con ocasión de esta fiesta que vamos a celebrar trate sólo de llenarse del espíritu de NS, que es esencialmente un espíritu de caridad” (carta 88). "Usted no se dedica con suficiente fuerza y constancia a ese desprendimiento universal… para no apegarse mas que a agradar mucho a Dios, no siempre sin penas y sin lágrimas, sino para poder amar toda clase de privaciones y de sacrificios que agradan a Dios… ¡Querida hermana, con qué ardor le deseo ese espíritu de Nuestro Señor, la abundancia de ese espíritu” (c.77). “Una vez más, que Jesús viva en usted, para siempre!!! Para Jesús, las cosas sólo tenían valor por su referencia a la voluntad de Dios; la voluntad de Dios era su alimento, que consiste en no hacer nunca la voluntad propia y en agradar siempre a Dios, sea como sea, en las cosas y en las personas más desagradables” (c.43, c.77). La persona que vive unida a Jesús, tiene los mismos sentimientos de Jesús y manifiesta externamente una conducta como la de Jesús. San Miguel Garicoits nos explica en qué consiste el espíritu de NSJC, contraponiéndolo al espíritu de Elías o de Juan Bautista: S. Juan Bautista tenía un espíritu de rigor para corregir severamente a los pecadores, como Elías para castigarlos y humillarlos; nuestro Señor tenía un espíritu de mansedumbre, de humildad y de entrega, no para castigar y confundir, sino para atraer a la penitencia y a su imitación (MS. 351 (M. 323) )Son maneras muy diferentes de tratar a las personas, que siempre somos pecadores. S. Juan Bautista y Elías utilizan la pedagogía del rigor; Nuestro Señor, en cambio, la pedagogía de la mansedumbre, la humildad y la entrega. Los discípulos-misioneros de Jesús tienen que tener su mismo espíritu. El rigor tiene como finalidad reprender severamente a los pecadores, castigarlos y confundirlos. Con mansedumbre, humildad y entrega, Jesús y sus discípulos buscan hacerse creíbles, atractivos, respetuosos, llegar, convencer a las personas para que se conviertan, hagan penitencia, acepten a Jesús y se decidan a ser y vivir como él.

Con esta manera de actuar, todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo (Lc. 15). Mientras Jesús estaba comiendo en la casa (de Leví), acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos (Mt. 9,10). Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores" (Mt. 11, 19). Con esa manera de tratar a la gente, Jesús consigue la conversión de un hombre muy rico, llamado Zaqueo, jefe de publicanos, que le dice a Jesús: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más" (Lc. 19, 8). Es impactante comprobar cómo San Miguel Garicoits ha captado el espíritu del Evangelio y cómo se dan tantas coincidencias con el estilo del Papa Francesco: su insistencia sobre la misericordia como actitud evangelizadora de los discípulos-misioneros que, sin juzgar, tienen que salir a encontrar a los hombres, sin perseguirlos ni condenarlos, sino con una alegría acogedora para darles a conocer a Jesús. Nos da una gran alegría además, constatar la actualidad de la espiritualidad de San Miguel Garicoits.

Al realizar esta reflexión sobre el espíritu de Jesús, San Miguel va a ir definiendo el espíritu propio de la Congregación del sagrado Corazón, el carisma. También aquí, San Miguel Garicoits hace una distinción: un espíritu general, común a todas las Congregaciones y un espíritu propio, característico de cada congregación. El espíritu general consiste en buscar la perfección de la caridad, es decir la unión de nuestra alma con Dios y con el prójimo por amor de Dios [MS. 351 (M. 983)]. Se trataría del espíritu común a todos los bautizados. Lo característico de toda vida cristiana, laical, consagrada, ministerial, matrimonial, política.

El carisma o espíritu propio de la Congregación comporta el espíritu general, la unión de nuestra alma con Dios y con el prójimo por amor de Dios, y lo característico de nuestro estilo de vida. ¿Cual es entonces, el espíritu de nuestra Congregación? Se trata de un espíritu de profunda humildad hacia Dios, de una gran mansedumbre hacia el prójimo, y de una entrega total hacia uno y otro. El espíritu de nuestro estado de vida es el espíritu del Corazón de Jesús, que esta expresión, Aquí estoy, revela tan bien [MS, 352 (M. 1134)]. Siempre se ha hablado de las cinco virtudes del Sagrado Corazón y hasta ahora sólo hemos mencionado cuatro. La RdV 60 dice que lo que tiene que caracterizarnos es la obediencia filial por amor. Esta obediencia también hace parte del espíritu de Nuestro Señor. En la carta 163 dice al P. Diego Barbé: No puedo más que bendecir al Señor por las disposiciones del Sr. Obispo de Buenos Aires. ¡Aquí estoy, Dios mío! No sé cuando es que vamos a entender que, de todos nuestros deberes, el primero y más indispensable, así como el más precioso, consiste en presentarnos constantemente a Dios y a sus representantes, reconociendo y confesando que somos nada y abandonándonos a ellos, pasando desapercibidos y entregándonos, al mismo tiempo que cada uno dice : « ¡Aquí estoy! ». Concédeme, Dios mío, ese espíritu de tu divino hijo, Nuestro Señor ( c. 163)

Gaspar Fernández Pérez scj
Superior General