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Betharram
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13/05/2017

Vida de la Congregación (2)

Eco de un lejano Capítulo

Vida de la Congregación (2)

En el 1890, cuando el P. Augusto Etchecopar es reelegido como Superior General de la Congregación, tiene ya 60 años y una salud cada vez más débil. Con ocasión de la renovada confianza expresada por sus hermanos, da una conferencia en la que comparte, con la humildad de un novicio, su estado de ánimo y transmite las preocupaciones, las interrogaciones y las esperanzas de los Capitulantes betharramitas del siglo XIX. ¿Es un documento viejo y lleno de polvo? Nada que ver...

«Designado frente la Santa Sede como Superior General, por la confianza de mis Hermanos, quisiera, en esta primera entrevista decirles los sentimientos que me embargan profundamente. ¿Qué es lo que los ha podido llevar a pensar en aquel que no ve en sí y no es otra cosa que impotencia? ¡Ah! una cosa; lo veo claro, lo que dije e hice para atraer y fusionar los corazones con el de nuestro venerado Fundador. Si es un mérito, confieso que tuve el deseo de obtenerlo y que ese deseo me posee y que, con la gracia de Dios, me poseerá siempre.

Por eso es en el pensamiento del P. Garicoits y en su corazón donde yo me uno y me ligo a todos ustedes de nuevo, lleno de confianza en su apoyo y en la veneración cada vez más profunda que ustedes testimonian por su santidad, por sus virtudes y esa sobrenatural paternidad que los ennoblece y los compromete.

Pero ¡cuánto miedo junto a esa confianza! ¡Cómo temblaron mis hombros debilitados sintiendo el peso de la carga de la que me alegraba de haber sido liberado para siempre! ¡Qué aguijones traspasaron mi alma! ¡Cuántas lágrimas derramé delante de Dios que me conoce y que debe juzgarme!

¡Los tiempos son malos y la tormenta que se abate sobre la Iglesia y que va amontonando dificultades pide tanta sabiduría, prudencia, firmeza e inmolación de parte de todos! Ya las leyes militares amenazan nuestra juventud que tanto necesitamos para conservar las obras existentes y, con esta disminución de personal, hay que pensar al medio de reclutar, de fundar aquí y allá, para reparar nuestras pérdidas y no ir a la ruina.

¿Cómo hacer frente a las necesidades diversas, sostener los ánimos, crear recursos de personal, de dinero, de generosidad? El Capítulo trazó las grandes líneas y organizó la Administración […]

Además, el Capítulo dio reglas, indicó los medios para el mantenimiento y el reclutamiento de nuestros miembros. Se ocupó de mejorar las condiciones de la Casa-Madre y de conseguir los recursos con la adquisición del albergue vecino, que, esperamos, permitirá mejor calidad de vida y facilitará el funcionamiento… Después, el Capítulo se ocupó de los medios para proteger, salvar a nuestros jóvenes amenazados por la ley militar. Como el artículo 50 de esta ley, que garantiza la dispensa del servicio de las armas a los 30 años a todos los que fueron a ultramar antes de los 19 años cumplidos, se decidió que nos esforzaríamos para beneficiarnos de este recurso, enviando a nuestros jóvenes a Belén o a Buenos Aires hasta la edad necesaria para la exención.

Visto que las amenazas contra nuestro personal alcanzan también nuestras obras, nos dijimos que el modo de sostener a las personas y las obras es fundar centros de reclutamiento como escuelas apostólicas. Nos vamos a esforzar, por lo tanto, en fundar una residencia en España, fértil en vocaciones religiosas, para conseguir allí vocaciones para nosotros.

Además de estas cuestiones capitales, se habló, como siempre, del deber de mantener, de fortalecer en todas partes, el espíritu del instituto, la práctica constante de la disciplina religiosa. El Coutumier es uno de los medios más útiles, más necesarios, para alcanzar este objetivo; aplica las Constituciones, es su mejor comentario, uniendo en los detalles y en pequeños aspectos nuestra vida religiosa a la de nuestras antiguas tradiciones. Los diversos Capítulos Generales habían examinado y aprobado muchos estos usos y costumbres y nos encargaron de completarlos. Con nuestro Consejo, tratamos de preparar ese trabajo; no está completo, pero al menos será útil para resolver dudas, eliminar algunas divergencias y establecer un mejor orden y una mayor uniformidad. Si Dios quiere, ese Coutumier estará impreso y se distribuirá a cada uno dentro de poco.

En las Constituciones, hay un punto cuya puesta en practica causa escrúpulos a algunas consciencias; estoy hablando del Economato, así como se maneja en los colegios que pertenecen al Obispo. El Capítulo reconoce la situación especial de estas casas, cuya Caja es controlada por el Obispo, y declaró que el Ecónomo de la comunidad sólo puede ser encargado, por nosotros, de los fondos que pertenecen a la comunidad pero que, con excepción de la Caja de la Diócesis, tiene que cuidar de todo lo material, conforme a las Constituciones y bajo las órdenes del Superior local.

Creo que ustedes tienen una idea general del conjunto de nuestro trabajo. No queremos asustarlos, pero tenemos que encarar con calma y generosidad las dificultades del presente sin abandonar ninguna de nuestras posiciones; tenemos que proteger nuestra juventud, fundar algunas casas de reclutamiento. Esta necesidad nos va a exigir una gran dosis de coraje y generosidad… Habrá que redoblar esfuerzos y multiplicarnos. Pero tengamos en vista sólo el interés general; dediquémonos día a día con sacrificios que no duran eternamente. Las necesidades pasan; la caridad queda; los trabajo y las inmolaciones de toda clase se suceden y van a acabar. Lo que queda, lo que quedará es el amor por N. S. y por su Iglesia.

Éste es el sentimiento que me sostiene. Nunca había sentido el miedo que tuve cuando fui reelegido. Desde hacía mucho tiempo rumiaba las palabras de San Agustín: “El peligro que se corre es mayor cuanto alto es el cargo”; independientemente de otros motivos, a causa de mi salud, tengo miedo, al pensar en estas palabras de N.S.: “El pastor tiene que andar siempre a la cabeza del rebaño. Ante las vadit“. Pero ese sentimiento se mezcló rápidamente con el de la confianza, poniendo ante todo la Voluntad de Dios, después la excelencia de esta Congregación que Dios fundó y de la que es la Guía.

Gracias a las virtudes y los méritos de ustedes, me sentí aliviado y sostenido por el espíritu del Santo Fundador que cada vez más los anima… y me dije que ustedes lograrían que yo encarne la gran calidad de los que están a la cabeza: dar su vida por las ovejas: Dat animam suam pro ovibus. Sí, tal como es, esta alma, a pesar de sus vicios, sus impotencias y miserias de toda clase, se entrega y se entregará; se entregará a todos; se entrega sin demora; se esforzará cada día de entregarse con menos resistencias, siguiendo al único y verdadero Pastor. Ojalá pueda darse sin condiciones, como desea darse sin vuelta atrás por el único amor a N. S. y a su Sma. Madre. »

Ven. Augusto Etchécopar scj
2° Fundador de la Congregación

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