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13/05/2017

Los primeros compañeros de San Miguel

Hacia América

Los primeros compañeros de San Miguel

Es muy difícil resumir la vida de una persona en dos páginas. Imposible cuando se trata del Padre Simón Guimon. Lo conocemos ya – podemos decir – por el primer capítulo de su vida que se ha desarrollado en Francia. Ahora lo encontramos a la hora de una opción decisiva de la pequeña asociación de Betharram, es decir la salida para América. Durante el largo viaje en el Etincelle, con la escrutadora mirada del horizonte, ¿su ardiente imaginación no le habrá hecho planificar la celebración de un capítulo general de la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram, en este continente con Betharramitas de once nacionalidades diferentes (entre ellos cuatro vascos...)?

En 1841, Mons. Lacroix, desde hacía tres años obispo de Bayona, llegó a Betharram con una regla para sacerdotes auxiliares.

Con energía, Simon Guimon reclamó los votos religiosos; y, cuando creyó perdida la batalla, cayó a los pies del Obispo, jurando que no se levantaría si no le fuera concedido lo que pedía. Se hizo un largo silencio, muy largo. El Obispo cedió y concedió al pequeño grupo los tres votos y las reglas elegidas por Miguel Garicoits.

El Padre Guimon conservó un temperamento ardiente, que lo llevó a excentricidades. Recibió algunos reproches. Cada vez aceptaba y pedía perdón, muchas veces de rodillas. No le faltaba la respuesta rápida. Una vez, Mons. Lacroix lo provocó: “Padre Guimon, Isaías hubiera sido un excelente misionero”, la respuesta inmediata: “Y un excelente obispo, también”.“Ese diablo de vasco, ni habla francés; pero ¡qué elocuencia!” dijo de él el P. Cambalot, predicador parisino. Sobre todo, estaba lleno de misericordia. El fundador de la abadía de Belloc testimoniaba: “Un joven dueño de un castillo hacía mucho tiempo que no se confesaba. Se acercó al Padre Guimon. Éste lo abrazó. Después, terminada la confesión, el noble le dijo: “Lo voy a abrazar yo, ahora; usted me hizo feliz”.

¿Europa era demasiado pequeña para el valiente misionero? Es uno de los que ven partir para Sudamérica a tantos Vascos y Bearneses: ¿qué pasa con su fe? ¿Por qué no hay sacerdotes que los acompañen? El efervescente padre Guimon, primero, toma contacto con Mons. Lacroix y con otros sacerdotes antes de hablar con su Superior. Miguel Garicoits convoca una “congregación General” (16 de setiembre de 1854). Antes del voto, hace una “observación importante”: “El Padre Guimon no actuó según las reglas de la obediencia religiosa. Antes de esforzarse, como él hizo, para conseguir sujetos para América y de hacer aceptar esa misión a Monseñor, el obispo, tendría que haber hablado con el Superior de la comunidad, ponerse de acuerdo con él y actuar por su iniciativa”. A pesar de eso, la misión en la diócesis de Buenos Aires fue aceptada por 20 votos sobre 21 (el otro voto fue perdido).

Los preparativos fueron largos. El equipo pionero fue designado: Guimon, naturalmente, lo integró; Didace Barbé, el docente, estaba a la cabeza del grupo; Larrouy participaba; Harbustan y Sardoy, los dos de Barcus, entraron a Betharram con este objetivo; el escolástico Magendie los acompañaba, así como los hermanos Fabien (nativo de Pau) y Joannès (él también de Barcus).

“Carta de envío”

Es fabuloso este documento del fundador. Hoy en día, lo llamarían “Carta de misión”. Conviene leerlo muy de cerca, con una lupa, inclusive.
Desde la primera línea, Miguel Garicoïts se declara “Superior General”: quiere una Congregación religiosa; comunica el nombramiento del P. Barbé; aunque “los nuestros” sean “enviados por Monseñor, el obispo de Bayona”, éste, en su carta al obispo de Buenos Aires no los presenta como miembros de una Sociedad.
A menudo se dice que el P. Guimon y los otros fueron enviados para los “Vascos” emigrados. Una simple lectura permite ver que se habla también de los “Bearneses” al mismo nivel.…
… y ni siquiera hay que quedarse en “a los compatriotas Vascos y Bearneses”. Miguel Garicoïts no olvida a los “indígenas”; ellos no son emigrantes… Miguel Garicoïts tiene un interés evidente en todo lo que nosotros llamamos “la misión ad gentes”.
El grupo está “bajo la dirección y obediencia de Monseñor, el obispo de dicha diócesis [de Buenos Ayres] y del Superior de la Sociedad”; esto está perfectamente “de acuerdo con el fin de nuestra Sociedad”.
La carta, con fecha del 30 de agosto, ¿habrá sido redactada en Betharram? “Betharram” fue raspado y substituido por “Bayona”; la palabra original se puede leer debajo de la rectificación ¿Por qué?
El 31 de agosto, el Superior estaba en Bayona, en el momento de la partida. Allí, el P. Boutoey, Vicario general, certifica que es la diócesis que envía a estos misioneros; él también firma la carta del Superior General…

Se embarcaron en agosto de 1856 y llegaron a destinación el 4 de noviembre.

La carta de obediencia especificaba que eran “enviados por el Obispo de Bayona a la diócesis de Buenos Aires, para trabajar allí, según el fin de (la) Sociedad, sea entre sus compatriotas Vascos y Bearneses, sea entre los indígenas, bajo la dirección y obediencia del Obispo de dicha diócesis y del Superior de la Sociedad”. Pero cien kilómetros alrededor de la Capital, eran demasiado pocos para hombres del temple del Padre Guimon… Más allá de las líneas defendidas por los militares, vivían indios. Los Padres Guimon, Larrouy y Harbustan se encontraron con dignatarios de las tribus Pampas. La tercera entrevista fue la última: comenzaron movimientos hostiles y las lanzas se hicieron amenazadoras… El Padre Harbustan lo lamentaba: “Desgraciadamente ni en nosotros y ni siquiera en el venerable P. Guimon la sed del martirio era suficientemente ardiente como para llegar a semejante acto de heroísmo”.Esos misioneros, tan generosos, querían ir más lejos: ser “Misioneros Apostólicos” (independientes en relación a los obispos) y establecerse en Montevideo. Miguel Garicoits escribió su desacuerdo al Superior de América:“La idea del título de Misionero Apostólico fue combatida por mí de la manera más enérgica cuando ustedes partieron de Betharram. ‘¿Para qué quieren que sirva?, le decía al P. Guimon; sólo puede conseguir que se ofendan los Ordinarios de aquí y de allí’ (…).Ya lo dije, el pedido de una misión entre los indios me parece totalmente fuera de lugar en el caso presente. Por ahora, no puedo darles órdenes sobre Montevideo: veremos más tarde, cuando la posición y el proyecto de Dios se revelen más claramente. Quisiera de todo corazón ir en ayuda de nuestros compatriotas de Montevideo; pero todavía no es el momento”.

Miguel Garicoïts sabía ser paciente. Después de muchas misiones en Uruguay, el Vicario Apostólico de ese país invitó a los sacerdotes del Sagrado Corazón a instalarse allí. Miguel Garicoits dio su consentimiento.

Pero el P. Guimon no hizo ese viaje. En la cuaresma de 18611 seguía predicando. El 7 de abril, una semana después de Pascua, fue su último combate; contra la enfermedad. Ella se lo llevó el 22 de mayo de 1861. Al enterarse de su muerte, Miguel Garicoits dispuso que repatriaran a Betharram los restos de su primer compañero de la fundación, su amigo. Están en el cementerio del Calvario desde el 29 de mayo de 1872.

Beñat Oyhénart scj

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