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14/01/2016

La Regla vivida

A la vanguardia con los más débiles

La Regla vivida

Hay injusticias que la gente soporta en silencio y a las que a veces intenta oponerse de forma aislada, hay también sistemas opresores que actúan sin que la mayoría lo sepa. Precisamente ahí, la misión betharramita encuentra los sufrimientos de este mundo, y sus tesoros de humanidad. Seguir la regla de vida de Betharram, significa muchas veces, antes que nada, ponerse a la escucha, ofrecer el Sagrado Corazón de Jesús de Betharram para la compasión y la solidaridad y, misterio y milagro de Dios, estar dispuestos a recibirlo de nuevo para compartirlo. Después de más de 25 años de profesión religiosa y de presencia misionera junto a los más desamparados, el P. Sergio Gouarnalusse scj ha conocido y acompañado muchos rostros desfigurados.

Desde joven religioso me confiaron la pastoral misionera de nuestra provincia – vicariato, lo que ha hecho que gran parte de mi vida se haya desarrollado entre los pobres. También en mi paso por los colegios tenía la fuerte preocupación de que los alumnos tengan el encuentro con el mundo de los pobres. Creo, que si no se da, no se comprende el Evangelio. Me ha tocado a lo largo de estos años desarrollar la misión entre los campesinos de Catamarca, de Santiago del Estero, los aborígenes en Salta, campesinos de Tarija (Bolivia), también en barrios humildes de Santiago del Estero, de Rosario y un colegio para clase humilde de Rosario. En todos los casos se experimenta lo que el otro día decía el Papa Francisco “la Iglesia es servidora del Evangelio”, es servidora del Reino. Dios está entre los pobres y a través de ellos se nos manifiesta. Cuanto más nosotros, místicos de la Encarnación, estamos llamados a reconocerlo en la persona de los pobres.

Art. 115. En los hombres y en los pueblos, heridos por toda clase de injusticia y de pobreza, contemplamos el rostro desfigurado de Cristo que “se puso en el lugar de todas las víctimas”. En todas nuestras actividades, nos hacemos cercanos a toda persona humana en sus diferentes formas de pobreza.
Art. 116 - Esta presencia entre los pobres supone un auténtico discernimiento de nuestros lugares de misión. Se refleja en nuestro estilo de vida personal y comunitario. Nos hace sensibles los excluidos. Los religiosos y las comunidades participan de las iniciativas tomadas a favor de los derechos del hombre, de la salvaguardia de la creación, de la calidad de vida, de la defensa de los más débiles.…

Para evocar los artículos 115-116 de nuestra Regla de Vida, les contaré lo que viví en estas tres experiencias.

La primera es con los campesinos de Bolivia, allí íbamos juntos argentinos, paraguayos y brasileños a una parroquia de Tarija que no contaba con sacerdote. En Enero, a realizar cursos para ministerios laicales y en Semana Santa, a Celebrar con cada una de las comunidades. Eran comunidades muy vivas, donde la fe y la vida no se separaban. Cuando anunciábamos los cursos para ministerios laicales, se organizaban para recibir unos 60 representantes de las distintas comunidades. Éstos venían caminando hasta 8 horas, por un terreno montañoso y de puna que se encontraba entre los 2.800 m y 4.200 m sobre el nivel del mar, En Yunchará, la sede parroquial, se organizaban para recibir a todos los representantes y dar de comer. El interés por formarse, la fuerte participación, la facilidad para aplicar el evangelio a la vida me sorprendieron y edificaron mucho. Había entre ellos una fuerte conciencia de participación, se discutía y decidían las cosas en comunidad. También eran conscientes de sus debilidades, recuerdo una conversación sobre como el alcohol los marginaba. Admirable es el espíritu de trabajo de ese pueblo con las dificultades que tiene la hermosa geografía en la que viven, se jugaban la vida para vender sus productos en las ferias de Tarija o Villazon, donde para hacer 50 km se demoraba entre 2 y 4 horas. ¡Cuántos valores del Reino entre ellos: la comunidad, el trabajo, la solidaridad, la participación, el diálogo sincero, una fe que está unida a la vida!

La otra experiencia fue entre los pueblos originarios de la Argentina, donde hay una etnia que cuando se estudia, los libros los llaman Matacos (significa animal de poca monta, que no sirve para el trabajo). Ellos dicen “somos Wichis” (gente). Es la etnia más numerosa de los pueblos originarios en Argentina, viven en la región Chaqueña al norte de Argentina, conviven con criollos, que los marginan. Es una tierra de muchos contrastes, pero se puede decir que son de los pueblos más olvidados de nuestro país. Allí íbamos varias veces al año a colaborar en la Parroquia de Santa Victoria Este, los wichis en general eran anglicanos, ya que los ingleses habían llegado a esas tierras con evangelios en el idioma de estos pueblos, la religión católica se la relacionaba con los criollos. A pesar de esto algunas tribus eran católicas; era el caso de la tribu de Santa María y la de Pozo del Toro. Es con ésta con la que desarrollamos más nuestra tarea misionera, llegando a formar con ellos una cooperativa a partir de pequeñas artesanías que hacían con madera de palo santo y miel de palo (miel de enjambres naturales). Llegar hasta donde vivían era muy difícil, el viaje desde Tartagal (última ciudad importante) podía demorar entre 8 a 15 horas. De estos hermanos aprendí mucho, entre ellos se viven valores del Reino que nuestras sociedades occidentales han perdido y mucho. Entre ellos un gran respeto por las personas y por la palabra dada. Cuando un wichi llegaba al lugar donde nos encontrábamos nunca interrumpía, esperaba pacientemente ser atendido, escuchaban con mucha atención, opinaban entre ellos y respondían. Siempre recuerdo cuando le hicimos la propuesta de la cooperativa. Fue al inicio de una misión, pensamos que no les había interesado porque no nos hablaron más del tema; después de unos 10 días, el cacique me pregunta sobre el tema y me dice que están interesados. En otra oportunidad uno de los miembros de la tribu alcoholizado, quiso abusar de una de las mujeres, este tipo de situaciones violentas no era para nada común entre ellos, si entre los criollos. No sabían que hacer; pero finalmente optaron por hacer la denuncia en la policía. A los pocos días, tocó un evangelio que hablaba del perdón, quise que no se sintieran tocados por el mismo, pero a los pocos días, dialogándolo entre ellos decidieron retirar la denuncia y dar una nueva oportunidad a este miembro. Las discusiones entre ellos eran como un simple diálogo entre nosotros, nunca había violencia. Uno hablaba, se hacía silencio y luego venía la respuesta. Ni que hablar de su relación con la naturaleza, sabían usarla y cuidarla, sufriendo por el mal trato que le daba el criollo. Cuantos valores de Reino: la persona, la palabra, la naturaleza, el respeto, el diálogo y la decisión dialogada entre todos. En esos rostros sufridos, de hombres y mujeres que son tratados como animales de poca monta, se puede encontrar a Cristo vivo.

Por último, mi experiencia con los campesinos de Santiago del Estero. Lugar difícil por la realidad política. En esta provincia Argentina, la población rural es mucha y desde hace varios años vienen siendo expulsados de sus tierras. En general los campesinos han nacido en esas tierras y viven en ellas desde hace varias generaciones, pero nunca han tenido el título de propiedad. El furor de la soja, el lavado de dinero, el tránsito de droga, etc… son algunas de las causas por las que el monte santiagueño es buscado. Así es como, debido a negociados de los propios funcionarios, los campesinos se ven amenazados para tener que dejar sus tierras. En Pellegrini, donde me tocó misionar durante unos 10 años, los conflictos por la tierra eran muy frecuentes: empresarios con bandas armadas, venían y amenazaban a los campesinos. La justicia estaba totalmente inclinada del lado de los ricos, al igual que la policía y el gobierno provincial. Solo la capacidad de organización de las comunidades hace posible la resistencia frente al poder. Esta tarea no es nada sencilla, ya que el sistema político santiagueño genera una fuerte dependencia del Estado. Llega a convencerte de que, sin la ayuda del Gobierno, no se puede hacer nada. Sin embargo fueron varias las comunidades que se organizaron y resistieron. ¡Cómo no ver en estos hombres y mujeres a Jesús: condenados injustamente, sufriendo la cárcel, la persecución, el incendio de sus casas, la matanza de sus animales, e, incluso, la muerte. Ezequiel, un niño de 5 años, recibió un disparo que iba dirigido a su tío cuando iban en bicicleta por un camino vecinal. Fue el primero de una serie de asesinatos que se dieron en Santiago por el tema de tierras. En algunas de estas comunidades esta amenaza de muerte les hizo comprometerse con vida: se transformaron en emblema para otras comunidades; su capacidad de organización les permitió enfrentar y negociar, tomar conciencia de la importancia del cuidado del monte; organizaron cooperativas y otras instituciones; acompañaron y se hicieron solidarios con otras comunidades. En este pueblo Santiagueño también, se descubren valores muy fuertes del Reino, muy olvidados por occidente: el valor de la fiesta y del encuentro.

Y “la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros”. Esta es la dinámica de la Encarnación: Jesús se hace hombre, Jesús se hace pobre, y es allí donde se nos sigue manifestando, donde nos muestra el amor misericordioso del Padre y la presencia del Reino.

Sergio Gouarnalusse scj

El P. Sergio Gouarnalusse scj es actualmente el superior de la comunidad San Juan Bautista en Buenos Aires (Argentina)

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