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14/01/2016

El Calvario de Betharram (1)

El año 1616

El Calvario de Betharram (1)

Declarado monumento histórico en 2002 con el viacrucis, el Calvario de Betharram es un lugar especial y sobre todo un lugar de oración para los peregrinos. Desde 2007, nuestros hermanos del Vicariato de Francia-España, algunas asociaciones (Les Amis des Sanctuaires de Bétharram, La Pyrénéenne) y el Municipio de Lestelle, apoyados por muchos bienhechores, están trabajando para salvar y restaurar este patrimonio de la Congregación.

“Le feuilleton” de la NEF estará dedicado este año a presentar su historia, que cuenta, naturalmente, la de los hombres y que, como en los más lindos cuentos, empieza con un hecho extraordinario, digamos mejor… un milagro.

El año 1616, el cielo del Béarn había perdido su serenidad. El duque de Laforce, gobernador del país, reclutaba tropas y cultivaba un clima revolucionario. El valle de Betharram, por el contrario, se preparaba para jornadas memorables. Bajo el impulso del P. Geoffroy, de Garaison, las poblaciones cristiana del valle habían retomado las antiguas peregrinaciones. Sólo faltaba la consagración oficial. En el mes de julio – nos dice el historiador y testigo Pierre de Marca - Mons. Léonard de Trapes, arzobispo de Auch, rodeado de varios miles de fieles, colocó la estatua de la Virgen sobre el altar del santuario. Después, sigue escribiendo Marca, “plantó una cruz en lo alto de la montaña para consagrarla al servicio de Dios” Esta colina pertenecía a los habitantes de Lestelle. Los capellanes de Betharram que proyectaban desarrollar al obra de las peregrinaciones, querían comprarla. Se la donaron, con el apoyo de los hermanos d’Albret, barones de Coarraze, y la escritura fue firmada en Montaut, el 19 de agosto de 1616. El conjunto de Betharram está listo para recibir un nuevo signo del cielo. Acababa de caer setiembre sobre las laderas. Las noches ya se ponen frescas. Tilos, abedules y castaños comienzan a sembrar manchas claras entre los bosques. Las vastas pendientes de Montaut, a lo largo de la Mousde se cubren de hojarasca roja. El verano, en nuestra región, culmina a menudo con una profusión de sol. En la colina de Montaut, hoy colina de Lasalle, cinco campesinos preparan la provisión de hojarasca para el invierno; helechos, arbustos e hierbas secas caen bajo su guadaña. El clima es agradable; no se pierde el tiempo; el trabajo se va haciendo. Después viene la pausa. Todos se sientan un momento en la pendiente desnuda, frente al valle que domina la colina de Betharram; una gran cruz se eleva desde hace dos meses en la cumbre del cerro, encima del río. Sacan el refrigerio; se dan un respiro y se termina con un trago. De pronto: “Escucha - ¿Qué pasa? - ¿Una tormenta? – No hay ni una nube”Allá, en la colina de Betharram, un huracán improviso sacude la vegetación. Los campesinos se levantan de un salto. “¡Miren! La cruz del obispo se cayó. – No es posible – pero miren, ¡se levanta!” Nadie lo duda. La cruz, enarbolada dos meses antes por Léonard de Trapes, acaba de ser abatida por una ráfaga de viento improvisa y, bajo los ojos fascinados de esos hombres sencillos, se levantó en seguida, rodeada de luz. La noticia del acontecimiento se difundió rápidamente. Los segadores de Montaut no necesitaron de los capellanes, por otro lado ausentes, para tocar las campanas. Estos, cuando volvieron, se enteraron de la noticia pero, avezados por más de cuarenta años de resistencia a la herejía, no se dejaron convencer. Se comenzó la investigación, lenta, minuciosa [...]

Los interrogatorios repetidos irritaron un poco a los paisanos. Pero sus respuesta llenas de sentido común triunfaron de las “trampas de los hombres de la escuela”El aire del río debe ser particularmente beneficiosa para la salud del espíritu, porque 200 años después, una tal Bernadette Soubirous resistirá, a su vez, a asaltos mucho más violentos. Por falta de explicación, hubo que agachar la cabeza, y el milagro de la cruz que se volvió a levantar, fue reconocido. En nuestros días, se intentaría dar una“explicación realista” o una hipótesis cualquiera, todo, salvo lo que contradiga una teoría preconcebida.

Está bien, pero con una condición: que al día siguiente se reserve el mismo trato a la hipótesis que destruya la primera. Por mi parte, prefiero el testimonio de cinco pares de buenos ojos que vieron, ese día de setiembre, triunfante la Cruz en la Colina.

Raymond Descomps scj (1916 - 2009)
in «L’Écho de Bétharram» n. 274 (1973)

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