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Sessione 3
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14/03/2014

Los 11 vicariatos de la congregación (3)

El Vicariato de Tierra Santa

Los 11 vicariatos de la congregación (3)

Sus raíces

La presencia betharramita en Tierra Santa se debe a la obra conjunta y tenaz de dos grandes de la historia de la Congregación: el P. Augusto Etchécopar, tercer superior general, y Santa María de Jesús Crucificado, que trabajaron juntos para que fuera posible abrir una comunidad en Belén, en 1879. Quedó estrechamente vinculada a la obra del Carmelo y los padres, hasta hoy, siempre fueron sus capellanes. Es un deber recordar los grandes pioneros de esta gran aventura betharramita: los Padres Prosper Chirou, Pierre Estrate (futuro Superior General), Jean-Augustin Abbadie y el Hno. Hilaire Mestrezat.

A fines de 1800, la residencia de Belén fue el eje y el centro de toda la Congregación. De hecho, para evitar a los seminaristas (los escolásticos como se los llamaba, en esa época) los dos años de servicio militar, como preveía la ley francesa, en 1890 la residencia de los capellanes hospedó una parte de los jóvenes de la Congregación; éstos dejaban Francia, sabiendo que por diez años, por lo menos, como previsto en la ley, no podrían volver. Cuando la Congregación fue expulsada de Francia en 1903, la casa de Tierra Santa fue elegida como sede oficial del Escolasticado y, por algunos años, también del Noviciado. Mientras tanto, en 1905, se abrió otra residencia en Nazaret que, a partir de 1911, fue recibiendo a los escolásticos del bienio de filosofía. Desde ese momento, las dos casas funcionaban totalmente como escolasticado de la Congregación, sin olvidar la obra primera y fundamental, es decir la capellanía de los dos Carmelos.

Escolasticado de Belén en 1898 : “pareo semanal” (previsto en el Costumbrero) y picnic en las esabaciones de Tierra Santa

 

Después del paréntesis de la Primera Guerra Mundial, a comienzo de los años veinte, las dos residencias volvieron a hospedar a los escolásticos de filosofía y de teología con los respectivos cuerpos de profesores: Belén llegó a recibir hasta 50 estudiantes y otros 30 estaban en Nazaret. El alto número de jóvenes obligó, en cierto momento a fundar una nueva residencia en la cercanía del lugar arqueológico de Emaús, cuya casa, sin embargo, nunca fue residencia de escolásticos que fueron enviados a Balarin, en Francia. Finalmente, otro signo importante y meritorio de la Congregación en Tierra Santa fue la aceptación de la dirección del Seminario Patriarcal de Beit Jala, obra comenzada en 1932 y concluida en 1980.

Después de la Segunda Guerra Mundial, las casas de Belén y de Nazaret dejaron de ser escolasticado, en 1948, a causa de la subdivisión de la Congregación en Provincias. Desde ese momento, sin dejar la obra de las capellanías de los Carmelos, se fueron transformando en lugares de oración y recepción de peregrinos, y en lugares importantes para los encuentros de Congregación a nivel internacional (“recyclages”, encuentros de formación y de actualización, el Consejo de Congregación de 1995 y el Capítulo General de 2011).

 

A fines del Novecientos, algunos jóvenes árabes comenzaron su itinerario de formación al sacerdocio y a la vida consagrada como betharramitas. Su presencia en el instituto permitió la apertura, en abril de 2008, de la residencia parroquial de Zarka, en Jordania, signo de esperanza para el futuro de Betharram en Tierra Santa. Finalmente, con el nuevo milenio, la casa de Belén volvió a ser lugar de formación y de preparación a la vida consagrada, como Noviciado de la Región San Miguel.

Roberto Cornara


Su Presente y su Futuro con el Padre Pietro Felet sci, vicario regional

1875/1879-2014 = 138 años de historia, escritos por los religiosos del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram en Tierra Santa. No son pocos. Las generaciones pasadas de religiosos, en vía de extinción, conservaron siempre el dulce recuerdo de haber vivido años de su ministerio o de su formación en la tierra donde el “aquí” grabado en la roca, marcó para siempre su corazón de contemplativos. Aquí el Verbo se hizo carne. Aquí Cristo nació de la Virgen María. Aquí fue crucificado. Aquí resucitó. Aquí resonó el “Aquí estoy” de María y el de Jesús… ‘Para hacer tu voluntad, oh Padre’. Para tener una confirmación de lo que dijimos, es suficiente interrogar a los jóvenes religiosos africanos que vivieron aquí el año canónico de noviciado.

Belén: Verbum caro, hic factum est.

Los religiosos del Vicariato sienten la responsabilidad de llevar adelante la herencia recibida, una herencia que hay que entregar a las jóvenes generaciones de religiosos. Como vicariato, nos hemos preguntado más de una vez, cómo ser religiosos de Betharram, hoy, al interior de la Iglesia Madre de Jerusalén y cómo ser en el futuro.

El período de nuestra inserción ‘soft’ del comienzo, respetando las sensibilidades eclesiales de esa época, es historia del pasado, es verdad, pero transmite todavía esas características que son nuestras: humildad, dedicación, fidelidad.

Con los años, nuestra Congregación encontró su lugar; y fue reconocida por su disponibilidad al servicio, su cercanía con la Iglesia Local, sin tener cuidado por sus propios intereses, sino mirando al bien de las almas encontradas por el camino: las carmelitas, religiosas, seminaristas, sacerdotes, refugiados, niños abandonados o con diferentes habilidades, laicos. Es verdad que el compromiso de estos últimos años fue más bien indirecto: formar en el seminario a futuros pastores para que fueran formadores de laicos. Hace sólo seis años, el Patriarca, confiando en nosotros, nos entregó una parroquia en Jordania donde jóvenes y no tan jóvenes son una presencia continua al lado de los betharramitas. Ellos, al vernos vivir, sintieron el deseo de conocer mejor nuestro carisma y nuestro modo de ser humildes, fieles, entregados y acogedores.

Hasta aquí, recordé el pasado y el presente. ¿Y el futuro? ¿Cómo lo imaginamos? ¿Cuáles son los llamados? ¿Con qué soldados vamos a pelear el buen combate?

Desde hace un año, a lo largo de nuestras reuniones comunitarias, todo esto fue objeto de discernimiento. Los puntos sobre los cuales estamos de acuerdo son: el sentido de pertenencia a Betharram, el coraje de la inculturación, el redescubrir nuestro espíritu misionero y la estabilidad que nos permite pensar en un proyecto apostólico.

Los religiosos más jóvenes y activos vienen de una formación inicial diocesana, otros menos jóvenes tienen una mentalidad diocesana, más que religiosa, pocos tienen sentido de pertenencia a Betharram fuertemente arraigada. De ahí la necesidad de apostar a una formación permanente en comunidad, para redescubrir juntos la belleza del carisma que queremos vivir juntos en un contexto cultural y religioso diferente.

La inculturación de los jóvenes religiosos es indispensable. Es indispensable empezar con aprender las lenguas locales, como instrumento de comunicación y de integración. Otro paso importante es sumergirse con coraje, pasión y amor en la cultura árabe y hebraica; no alcanza con lo que se aprende en el escritorio. La Iglesia Madre de Jerusalén tiene sus raíces en el Oriente Medio, cruce de pueblos, religiones, lenguas, culturas e historias milenarias. Un mundo para descubrir, conocer, interpretar y con el cual establecer comunicación. Sin esto, el religioso vive en una caja de vidrio, separado del mundo que lo rodea, con el peligro de morir lentamente asfixiado.

Los betharramitas misioneros de ayer, en América latina, en la China, en Tailandia, en África nos enseñan mucho. El desplazamiento de un lugar a otro, recorriendo caminos difíciles, los problemas burocráticos, los olores y sabores nuevos, eran su pan cotidiano. Sin embargo estaban contentos y entusiasmados por llevar la buena nueva de salvación y de liberación. La Tierra Santa cubre un territorio relativamente pequeño, pero las dificultades de desplazamiento y las visas que hay que renovar periódicamente y las visas necesarias para ir de una comunidad a otra, exigen tiempo, esfuerzo y mucha paciencia. También en Tierra Santa hay fronteras, no sólo de alambre de púas o de bloques de cemento, hacia las cuales hay que ir para dejarse involucrar en diálogos interculturales, interreligiosos e intergeneracionales. Revestirse de una cultura nueva es entrar en el misterio de la kénosis de Cristo mismo: dejar un mundo para un mundo nuevo hasta consumarse en él, por amor.

Aprender una lengua, inculturarse y establecer contactos constructivos exige cierta estabilidad. La estabilidad puede generarse por el compromiso con la animación vocacional valiente, en el lugar, en colaboración con los párrocos y presentándonos con una fuerte identidad religiosa y con proyectos claros que queremos proponer. Los religiosos betharramitas que vienen de otros países, pueden ser elementos positivos para la estabilidad de este vicariato, si su opción, consciente y voluntaria, es hecha ‘para siempre’ y no ‘ad tempus’.

Sin tener entre manos nuestra RdV, algunos facilitadores locales nos ayudaron a identificar lo que podría ser nuestro compromiso para y con la Iglesia local, por y en las nuevas fronteras. Las voy a resumir porque reflejan exactamente el contenido de nuestra RdV: formación de los jóvenes, atención a las familias, acompañamiento espiritual a los peregrinos y consagrados.

Convicciones claras, propuestas hechas, ámbitos identificados para servir a la Iglesia local y a la persona humana, son hitos para continuar, en los próximos meses, nuestros discernimiento.

En el Oriente medio, los pastores de las Iglesia católica, ortodoxa, protestante repiten constantemente: “O nos salvamos juntos o morimos juntos”. Es un llamado claro a la unidad y a la comunión. Además, nosotros, religiosos del Sagrado Corazón estamos acostumbrados a la esperanza: betharram va a continuar en Tierra Santa si lo queremos y cómo lo queremos.

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