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25/05/2009

Noticias en familia - 14 de junio de 2009

Noticias en familia - 14 de junio de 2009

Sumario

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La palabra del Superior General

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¡Alabad al Señor los que buscáis su rostro!

En los orígenes de la vida consagrada, cuando un bautizado expresaba el deseo de consagrarse al Señor, los padres espirituales lo ponían en un proceso de conocimiento de su mundo interior, que consistía en conocerse de verdad, conocer también al verdadero Dios, revelado en Jesucristo para configurarse con Él practicando los valores, actitudes y acciones contenidas en el Evangelio. Estos ejercicios los llamaban con la expresión bíblica buscar el rostro del Señor.

Hoy en general,  los jóvenes que se acercan a nosotros deseosos de compartir nuestra vida, lo hacen con el deseo de cumplir una función, o un ministerio. En general quieren ser sacerdotes. Y no está mal, pero no es suficiente. Para eso están los seminarios diocesanos. Después de la reflexión postconciliar, hemos descubierto la originalidad de nuestro carisma y nos damos cuenta de que antes que sacerdotes, somos consagrados, hombres de Dios. Algunos de nosotros que entramos para ser sacerdotes, hemos hecho la experiencia del carisma de san Miguel, nos sentimos bien y nos ayuda a entregarnos a los demás en la misión con más generosidad.

En algunas partes se hace muy difícil la vida comunitaria y nuestro estilo de vida se identifica más con el de los sacerdotes diocesanos. Es verdad que los primeros compañeros de San Miguel Garicoits provenían de la diócesis de Bayona y tenían una mentalidad diocesana. Pero hay otro motivo no menos importante: nuestro estilo de formación en vez de inspirarse en la tradición de la vida consagrada, se inspira no pocas veces en la formación de los seminarios diocesanos.

Por eso es importante que los formadores  aclaren de entrada a los jóvenes que llegan a nuestras casas de formación, que han venido a una escuela de espiritualidad, reconocida por la Iglesia, como decía el viejo Padre J. Mirande, al aprobar la Congregación y al canonizar a nuestro padre San Miguel Garicoits. Ser discípulos en esta escuela consiste en buscar el rostro de Dios, como lo hizo y nos lo enseña nuestro padre San Miguel Garicoits.

Cuando nos tomamos en serio esta búsqueda de Dios, con lo primero que nos topamos en con nosotros mismos: pasiones, deseos, motivos  de nuestro actuar, unos orientados a cerrarnos sobre nosotros mismos, otros que nos impulsan a la donación de lo mejor que hay en nosotros a Dios y a los demás. Esta experiencia nos hace entender la vida cristiana como un combate espiritual, no contra fuerzas exteriores, sino contra nosotros mismos,  para adquirir el dominio de sí, que es un fruto del Espíritu Santo (Gal. 5, 23) que tenemos que merecer y pedir.

Sólo conociéndome a mí mismo de verdad, aceptándome con mis potencialidades, fragilidades y contradicciones, y estando dispuesto a superarme, podré continuar la búsqueda del verdadero rostro de Dios, no afuera, sino dentro, como lo más íntimo de mi propia intimidad: un Dios amor y misericordia que me acepta, me quiere y me invita a convertirme porque quiere para mí la verdadera libertad para que pueda elegir la verdad, el bien y la belleza para mi vida, pueda disponer de ella y entregarla para lo mejor: el amor de Dios y el de los hermanos

Es fundamental hacer un trabajo serio de acompañamiento personal sobre este punto, para que el postulante haga el aprendizaje de poner un nombre a cada movimiento que experimenta en su vida interior. De esta manera, cuando avanzando en el proceso espiritual aparece el bien aparente, las ilusiones o los engaños,  le resultará más fácil hacer opciones libres que lo van llevando a una plenitud de vida. Trabajo fundamental del postulantado, que se prolonga en el noviciado hasta que la experiencia fundante del Amor de Dios se hace central en el hermano.

Nos quedó como interrumpido el camino: buscábamos a Jesús y nos encontramos con nosotros mismos. Una vez conocidos, aceptados y dispuestos a superarnos con la ayuda de Jesús,- ¡porque mira quién soy yo, no me había dado cuenta! -  tengo que conocer, amar, seguir y servir a Jesús con pasión porque sólo él tiene la clave de mi plenificación personal. Tengo que poner todas mis energías, mis pasiones, mis deseos - con todo mi corazón, con toda mi mente y con todas mis fuerzas - para reproducir en mí los sentimientos y las actitudes de Jesucristo. Tengo que desear ser como él, adhesión transformadora, en la relación con el Padre, como hijo; en la relación con los demás, como hermano; en la relación con las cosas como Señor y no como esclavo. Como diría San Ignacio, Para en todo amar y servir.

El encuentro con Jesucristo, que ha sido también una experiencia de gracia, no puede quedarse en el deslumbramiento y el sentimiento del primer momento; necesita ser también tarea, trabajo de  internalización de los valores, mediante la práctica de las virtudes cristianas, especialmente las betharramitas: caridad, humildad, mansedumbre, entrega y obediencia. Este suele ser un momento muy descuidado del proceso catequístico y también del proceso de la formación para la vida religiosa.

Este proceso, o camino, de discipulado, no se puede hacer solo. Necesitamos ser acompañados por hermanos mayores que han hecho el camino antes que nosotros. y a quienes la Congregación considera capaces de acompañar a otros hermanos en el camino de buscar el rostro de Dios. Son los Maestros de formación. Ellos han luchado contra sus propios demonios antes que nosotros, ellos han descubierto y contemplado ese rostro amoroso de Dios antes que nosotros, ellos antes que nosotros están tratando de vivir con fidelidad a los criterios del Evangelio como hacía Jesús. ¡Qué responsabilidad para la Congregación designar para esa misión a los más capaces por la seriedad de su vida, de su vocación, de su conducta, de su testimonio y por su preparación!

Gaspar Fernandez,SCJ


nef-etchecopar.jpgEl Pasre Augusto Etchecopar escribe... a los Padres y Hermanos de América, 18 de junio de 1886

Muy queridos Padres y Hermanos en nuestro Señor, con gran consuelo, ofrezco en este mes, sus corazones al Divino Corazón de nuestro buen Maestro. Recuerdo los impulsos que salían del alma del venerado fundador, cuando recordaba nuestra especial consagración al Corazón adorable, y nuestra solemne profesión de amarlo, imitarlo, propagar su culto y el reino de sus virtudes. Me lo represento, en el Cielo, redoblando sus oraciones para obtener de cada uno de nosotros la fidelidad creciente a esa vocación tan hermosa, tan apropiada a las necesidades actuales.
Pensemos en ello, muy queridos Padres y Hermanos… miremos a menudo nuestro blasón, luego vayamos al fondo de nuestros corazones para analizar los sentimientos que deciden de nuestras palabras y de nuestros actos; y si descubrimos rasgos parecidos al Modelo dado por Dios, escogido por nosotros, agradezcamos a quien del cual proviene todo don; sobre todo por la unión al corazón y por el amor de nuestro Dios. Si al contrario, observamos la guerra entre la bandera y el soldado que la enarbola, recemos con insistencia al Divino Jefe que nos conduce, para que nos dé un corazón nuevo y un espíritu recto, digno de él y de nuestras promesas.


A propósito de compasión y de Sagrado Corazón

Cuando contemplamos un icono o una representación tradicional del Sagrado Corazón en nuestras iglesias y nuestras casas, vemos a Jesús con el dedo colocado sobre su corazón traspasado, la mano agujereada por los clavos de la crucifixión. A veces, en la imagen, Jesús tiende su corazón herido hacia nosotros. En todos los casos es una invitación a meditar sobre los sufrimientos de Jesús en la cruz y para ofrecerle libremente su amor en respuesta al amor que nos ha testimoniado. Esta concepción viene directamente de las visiones de santa Margarita María de Alacoque.
Por otro lado, en san Miguel, el sentido del amor de Dios manifestado en Jesucristo es sensiblemente diferente. Miguel fue cautivado por las palabras de Cristo cuando entró en el mundo. En la encarnación, el amor del Sagrado Corazón aparece en plena luz: “No quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo. No aceptaste los holocaustos ni las expiaciones por el pecado; entonces, dije: Aquí estoy, Dios mío, para hacer tu voluntad.” (Heb 10, 5-7)
El acto por el cual Cristo se vació, é mismo, de su divinidad, le hizo “tomar el lugar de todas las víctimas”. De esta manera, siendo lo que no era hasta entonces – una persona humana – la divinidad fue derramada en él. Y este despojo fue el mayor de los sacrificios: “Cristo Jesús, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano”. (Flp 2, 6-7)
Es lo que san Miguel llama el anonadamiento; hoy, en un mundo traumatizado por la guerra total y el genocidio, esa palabra muy fuerte tiene connotaciones muy negativas. Seguramente valdría hablar mejor de renuncia completa o de oblación de sí. Tomando un cuerpo (cf. la citación de la carta a los hebreos), Cristo santifica a la humanidad. El intercambio de naturalezas, expresado por los primeros Padres griegos – “Dios se hizo hombre para que el hombre se convirtiera en Dios” (san Ireneo, Adversus Haereses 7, 9) – o por la Escritura (cf la segunda carta de Pedro 1, 4) concluye a la noción de THEOSIS o DIVINIZACIÓN. En Colosenses 2, 9-10 se puede leer: “Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos.” Esta kenosis o despojo es don supremo de sí, por amor, que caracteriza toda la concepción del Sagrado Corazón en san Miguel. Está indisolublemente ligado a la ENCARNACIÓN.
Respecto a su experiencia divina, la existencia terrestre de Cristo como persona fue un camino de dolor. Incorporó nuestra condición humana de debilidad y de fragilidad, todo lo que lleva al sufrimiento. A este nivel, recordemos que la palabra “compasión” viene del latín passus, referida al sufrimiento. En las lenguas modernas, “compasión” significa “sufrir con”. Mostrar compasión no equivale  a alguien poderoso que reparte simpatía con alguien más débil que él. Al contrario, se trata siempre de compartir y participar en el sufrimiento de los demás.
Hace tiempo, cuando era estudiante, un Padre de Betharram de gran sabiduría me indicó cómo. Un joven estudiante se había electrocutado con una máquina herramienta defectuosa – trabajaba a tiempo parcial para conseguirse un dinero de bolsillo. Era brillante, dotado, hermoso muchacho, y a punto de iniciar estudios superiores que prometían. En un instante todo se derrumbó. Como me pedía que lo acompañara urgentemente en la visita a la familia afectada, pregunté al sacerdote: “¿Qué puede usted decirles?”  En aquel entonces, creía que teníamos por misión de fijar las cosas, enderezarlas.
“Nada”, obtuve por toda respuesta. “No se puede hacer nada. Pero tenemos que estar ahí, siendo completamente honestos. Si alguien nos pregunta por qué este drama sucedió, no tenemos más que decir: no sabemos”.
Pasamos dos horas con esa familia. Por momentos, sólo dejábamos traslucir palabras de angustia que llegaban a nuestros oídos. En otros momentos, era suficiente agarrar la mano de la madre o de la hermana del joven difunto. Lo único que había que hacer dejarse abandonar en las manos de Dios y permanecer cercanos a esa pobre gente, con la esperanza que eso fuera su sostén.
No es más que una pequeña versión de esa inmensa cosa que Jesús hizo viniendo entre nosotros. La Encarnación ES  el Sagrado Corazón, es la OBRA del Corazón de Dios lleno de compasión por los hombres. Mientras escribo este texto en Belén, veo que para nosotros, betharramitas, religiosos y laicos, el icono del Sagrado Corazón que debe inspirarnos no es la celebración de una imagen debida a santa Margarita María, sino la del Niño Jesús, acostado sin defensa en el pesebre de Navidad.

Colin Fortune,SCJ


Con Benedicto XVI, peregrinos de la paz en un país desgarrado

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Después de Camerún y Angola en marzo, el Papa Benedicto XVII efectuó en mayo una visita a Tierra Santa. Los novicios africanos de Belén y su Padre Maestro asistieron a las celebraciones en Judea.
Reportaje.

 

12 de mayo, Jerusalén - De mañana temprano, abordamos el autobús para Jerusalén. Contra toda esperanza, en la estación, los pasajeros no se empujan. Unos minutos más tarde, nos parecería estar en un día de ciudad muerta: pocos vehículos civiles en circulación, comercios cerrados, calles desiertas, presencia imponente militar. Tomamos la dirección de Getsemaní, lugar de la celebración. Una barrera de policía nos hace cambiar de ruta. Rodeando el muro, otra tropa armada nos intima la orden de no avanzar más y dejar pasar un cortejo de vehículos blindadas avanzando a toda velocidad hacia la antigua ciudad: la escolta papal va a la mezquita de Omar para una visita antes de la celebración del día.
Una vez la barrera levantada, bajamos hacia Getsemaní; después de toda una serie de controles electrónicos, llegamos por fin al lugar de la celebración. La misa empezando a las 16h 30, tenemos 5 horas para pacientar. Bajo un sol ardiente, los fieles responden tímidamente a la llamada del día, sin duda a causa de los controles intempestivos. De ambos lados del valle, varios cuerpos del ejército controlan y siguen los menores gestos… ¿Cómo llegar a rezar en medio de esas maquinarias? Me he preguntado por momentos…
En su discurso de apertura, el Patriarca de Jerusalén, Mons. Fouad Toual denuncia sin miramientos la injusticia, la ocupación, todas las formas de violencia en la tierra natal de Cristo. La intervención es saludada por salvas de aplausos ante la total indiferencia de las fuerzas de defensa y seguridad presentes. La homilía del Papa se acerca a la sustancia del mensaje del Patriarca: Benedicto XVI lanza un llamado a la paz y al fin de los sufrimientos del pueblo palestino. La misa sigue su curso, ante la asamblea modesta pero ferviente. Cita para mañana por la mañana en Belén.

13 de mayo, Belén (lugar de residencia del noviciado) – la presión es menos fuerte tanto más que la celebración tiene lugar en la plaza de la Natividad: nos bastan unos minutos de caminata para llegar. Todos los accesos están cerrados por la policía de Belén que procede a los controles de rigor, sin el despliegue de medios de sus homólogos de Jerusalén. Hay que saludar la discreción de los agentes de seguridad. Muy pronto, los fieles toman al asalto la plaza de la Natividad.
La alegría se lee en los rostros. Podemos admirar los vestidos tradicionales que endosan jóvenes señoras palestinas. Aquí la fiesta está verdaderamente a la cita y la atmósfera es favorable a la oración. Como en Jerusalén, el Patriarca abre la celebración con el mismo tono que la víspera: frente a todos los males que minan Tierra Santa, pide más justicia, paz y amor, y aboga por la tolerancia entre religiones.  En su homilía, el Papa afirma su apoyo a la creación de un Estado Palestino libre. Un poco más tarde, dejará la plaza aclamado por la muchedumbre en fiesta.
Para nosotros, los novicios, esta visita fue un motivo de orgullo, el vivir nuestra pertenencia a la Iglesia universal. La Buena Noticia debe ser llevada a todos los pueblos y nuestra presencia en esta tierra inaugura la razón por la que deseamos consagrar nuestra vida en pos de Jesucristo. Que el Señor disponga las inteligencias para comprender, los corazones para amar, y las voluntades para actuar por la justicia, la paz y el desarrollo de Tierra Santa.

Serge N'Da, novicio


Un Indio en Tailandia

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La Congregación me ha permitido hacer una experiencia en Tailandia, en el marco de mi preparación a los votos perpetuos. En ese país budista reina una real armonía entre las religiones. La gente es gentil y acogedora. Pasé las tres primeras semanas con nuestros hermanos en formación en Sampran. Muchas gracias a los bienhechores que ayudaron a construir una tan hermosa casa para formar los futuros misioneros. Durante mi estadía, al mismo tiempo que daba clases de inglés y de jardinería a nuestros seminaristas, tuve un fuerte sentimiento de pertenencia al espíritu y a la familia de Betharram.
La mayor parte de nuestros misioneros trabajan en el norte del país, alrededor de Chiang Mai. Tenía pues muchas ganas de ir allí. Apenas llegado, el P. Tidkham me acompañó a la frontera de Birmania, a Maetawar, en donde trabajan los Padres Phairot y Arun. Durante el viaje, pensé a menudo en mi parroquia de origen. Como lo hacía mi abuelo en el Tamil Nadu, acompañaba a los Padres en sus salidas: hacen un trabajo maravilloso. Tuve la suerte de visitar los puestos misioneros, dos de ellos en plena montaña. Los habitantes de la montaña son gente sencilla y abierta, que llevan vestidos muy coloridos. Pasé un buen momento con los niños. Al final de la celebración, como el Padre me había invitado a decir algunas palabras, concluí por “Jesús les ama”.
Celebré los Ramos en Huay Tong en donde los Padres Chaiyot y Caset están al servicio de las tribus carianas de las montañas. El domingo todo gira en torno a la Eucaristía. Los cantos eran vibrantes de alabanza; los niños del campamento de verano del catecismo añadieron un toque de color a la celebración… De regreso a Chiang Mai, asistí a la Misa crismal después encontré a todos los Padres en la comunidad. Que hermoso sentir la comunión entre jóvenes y veteranos religiosos.
El Jueves Santo, el P. Chanchai me llevó al Centro de Maepon para el triduo pascual. De nuevo la montaña, de nuevo las pistas. Celebramos la Cena del Señor en un pueblo. La gente estaba admirada de ver una nueva cara... El viernes santo nos desplazamos a otro pueblo. Por dos veces el Jeep se empantanó a causa de las fuertes lluvias. Finalmente, llegamos al pueblo, donde 16 adultos recibieron el bautismo durante la Misa. A la salida, se distribuyeron bombones y huevos de Pascua. Y regresamos a Maepon para encontrar al P. Rodríguez.
Después de esa magnífica estadía en medio de los carianos, fui a Ban Pong en donde la comunidad me acogió con grandes sonrisas. Vive su misión con los Akkas, a través del Centro de la Sagrada Familia para la promoción de las jóvenes. Digna de admiración es Noi que las ayuda por todos los medios a valerse por sí mismas. Lo mismo el P. Pensa, el último Padre llegado de Europa, gran misionero pero también visionario. Con él hice mi tercer viaje misionero. Siempre las montillas con sus repechos. El P. Pensa me decía que antes había que hacer días de camino para asistir espiritualmente a las poblaciones. ¡Cómo no saludar la entrega de los Padres, y no tratar de inspirarse en ellos!...
Toda la Iglesia de Tailandia es joven y fervorosa. Ella avanza para construir el Reino de Dios, y nuestra familia es parte integrante. Aqui Betharram trabaja duro para procurar a los demás la misma felicidad. Y estoy orgulloso.

John Britto Irudhayam,SCJ

 


5 minutos con... el Padre Jacky Moura

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Entrevista con el Padre Jacky Moura: de París a Limoges pasando por Corinto, el religioso de 63 años rememora un año que no es como los  demás...

Nef : Acabas de vivir un año sabático. ¿Qué representa para ti?
- Termino un curso de teología sobre la creación en donde descubrir la importancia del 7º día en donde Dios nos abre toda la gratuidad del don que nos hace y la posibilidad de darle gracias siendo creadores con y como Él. Un año sabático para mí, es el tiempo en que uno deja descansar todas las capacidades practicadas de tantas maneras a lo largo de una vida activa y en donde se acepta, como tierra en barbecho, que vean el día otros “posibles” no explotados en la rutina de lo cotidiano. Sentía confusamente la necesidad de comprender mejor este mundo de la post modernidad, y descubrir el lenguaje adaptado para proclamar la Buena Noticia a los hombres y mujeres de hoy.

¿Por qué tu elección fue el Centro Sèvres y qué estudios hiciste?
- El Centro Sèvres reagrupa las Facultades Jesuitas de París. El contexto ignaciano me interesaba. La posibilidad de integrar un Año de Formación Anual con un programa a la carta y el acompañamiento de un tutor me convenía perfectamente. Los cursos que seguí concernían en primer lugar el Hombre bajo diferentes facetas: “antropología teológica”, “sicoanálisis del sujeto creador de sí”, “¿qué hacer del sentimiento de culpabilidad?”, “los escritos paulinos”, “los Padres apologistas”,  “el crepúsculo de los místicos en el s. XVII”, “las Confesiones de S. Agustín”, etc… 33 semanas al ritmo de 10 horas de curso por semana con un trabajo personal sobre todo en biblioteca. Rejuvenecí reencontrando el ritmo de la vida de los estudiantes, incluido el nomadismo de habitación en habitación, los largos viajes en tren, la fraternización en los bancos de las clases, las diversas conferencias, la posibilidad de ir al cine, o visitar un museo. Así redescubrí el placer de la lectura, el entusiasmo del descubrimiento si no del redescubrimiento, la admiración ante el trabajo del pensamiento cristiano en la historia, con los dos pilares que son Pablo y Agustín, el maravillarme ante el fermento de la inteligencia del hombre para permanecer creador con el Espíritu. ¡¡¡He sentido incluso la alegría de ser inteligente!!! Todo esto no es un bagaje que adquiero, sino una disposición renovada para desear siempre devolver mejor lo que me es dado haber “conocido y reconocido”.

Gracias a los parroquianos de Pau, partiste tras los pasos de san Pablo. ¿Qué etapas te marcaron más?
- Una gran suerte de este año: la había soñado, los parroquianos de la Sagrada Familia la hicieron posible. Un crucero, es ya maravilloso, pero con enseñanzas notables, liturgias pascuales y visitas apasionadas, es prodigioso; y en este año paulino, debo decir que S. Pablo se ha convertido en el genial compañero que nos dice verdaderamente cómo dejarse cautivar por Cristo. Seguirlo en la huella, sólo en parte (y en condiciones distintas), permite leer las Cartas con imágenes en los ojos. En el mismo sitio, he realizado la pasión que hay en ir por los caminos del mundo mediterráneo, para ir a decir lo que descubre del proyecto de Amor de Dios. Él, el hombre de las tres culturas, judía, griega y romana, encuentra el lenguaje conveniente para decir Jesucristo. Y no retrocede ante nada para cumplir su misión. ¡Qué hombre!

Este año, has recobrado la comunidad de Limoges en donde residiste de 1970 a 1981. ¿Cómo has vivido tu reencuentro?
- Vuelvo a ver
Limoges, 28 años después, y una comunidad muy diferente por el número (5 en vez de 15), el hábitat (una casa en vez de construcciones de la Escuela Ozanam) y la actividad (cada uno tiene sus ministerios en la diócesis) me ha sido muy agradable. He vivido ahí los cambios de la Congregación, la ordenación de un nuevo obispo, las Ostensiones, esas ceremonias en donde cada pueblo hace memoria del santo que fundó su iglesia… He tenido la ocasión de volver a ver a veteranos de Ozanam, pero mi media semana en París no me hacía bastante presente en el lugar. He apreciado ver los frutos del Sínodo diocesano que se preparaba entonces cuando yo me marchaba a Costa de Marfil: parroquias agrupadas y vivientes, sacerdotes que han envejecido y algunos jóvenes preocupados por la misión, y sobre todo numerosos laicos dispuestos a participar activamente en la misión.

Tú que te has comprometido a menudo con los laicos como Consejero general encargado de ellos o en parroquia, ¿cómo ves el compartir la misión con ellos?
- Es una cuestión que me interesa porque me parece capital para hoy y para mañana. He sido feliz en poder acompañar este año el grupo de la Fraternidad Me Voici de Limoges; con sus miembros habíamos empezado a balbucear los comienzos de la Fraternidad. La necesidad de un nuevo soplo se hace sentir para seguir haciendo vivir este lugar en donde se alimenta el compartir el espíritu de san Miguel y del P. Etchecopar. La gran alegría que he tenido es ver cómo cada uno de los miembros de la Fraternidad participa activamente en la vida de la Iglesia que está en Limoges. Cuentan con cada uno de nosotros para ser para ellos “hermanos”, sencillamente empeñados con ellos a discernir día a día lo que nos hace fieles al llamado del Señor, figuras orantes, hombres sencillamente vulnerables pero confiados, luminosos de esperanza, de una felicidad dada como regalo. Están comprometidos con nosotros, por llamado del Corazón de Cristo en nuestra historia. Siento como urgente en la Iglesia hoy, este nuevo modo de lazos entre sacerdotes y laicos, la que tantas comunidades nuevas practican. A nosotros, familia de Betharram, con el espíritu del P. Etchecopar con su familia, es dado como algo natural. No tengamos miedo ir tan lejos como posible en la acogida recíproca, la apertura de nuestra oración, una fraternidad verdadera.

¿Cuál es tu estado de espíritu al término de este año particular?
- Sencillamente tengo ganas de decir, sin ninguna fanfarronada, la felicidad que tengo hoy de haber sido llamado por el Señor y llevado hasta donde estoy. Descubro nuestra familia como un lugar de vida apostólica, rico
Sigue de la pagina 15: con tantas diversidades, enfrentados sin cesar a esas fragilidades, pero dentro de ese impulso que recibe día a día del Corazón de Cristo. Debo decir que estoy siempre y cada vez más orgulloso de hablar de mi familia y feliz de ver el interés que suscita. ¿No es ya un primer elemento para llamar a los que quieran venir a compartir esa felicidad que tenemos de “procurarla” para todos? “El Espíritu sopla donde quiere”, no es la inquietud la que abre el porvenir, es una confianza plena y alegre. Eso es lo que hoy me guía. ¡Beati...!

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SOLIDARIDAD 2009 Un retrato para un proyecto (2)

 

nef-090613.jpgYamoussoukro, Instituto Nacional Politécnico: un conjunto, único en África, de grandes escuelas e institutos superiores. Las líneas futuristas del ala sur resaltan en un cielo de aurora. El Padre Sergio deja su cuerda de la ciudad universitaria y alcanza a grandes pasos la sala de clase en donde debe celebrar. ¿Sus parroquianos? Estudiantes como él, con algunos años menos. Cada mañana, se reúne una pequeña comunidad para la Eucaristía. Nada que ver con las asambleas del sábado por la tarde (entre 400 y 500 jóvenes que llenan un gimnasio o un anfiteatro), excepto lo esencial: la Presencia que se ofrece y que renueva todo.

Sergio Braga nació hace 31 años al borde de la laguna, frente a Abidján. En 2007, después de ocho años de formación eclesiástica, el joven religioso se ha metido de nuevo en los estudios profesionales. Sacerdote desde hace un año, el P. Sergio conoce la presión de los exámenes; lleva con su generación las esperanzas, los sufrimientos y los desafíos de una Costa de Marfil que no acaba de salir de la crisis. Pero, ¿por qué está ahí?

El P. Sergio no es el capellán del INP. Sin embargo, en medio de esa juventud desorientada, testimonia otros valores. No está ahí sólo para sacar un diploma técnico superior. Sin embargo, trabaja duro para seguir el ritmo y alcanzar las competencias de su nueva misión: conducir el centro de formación en mecánica del automóvil que Betharram aspirar abrir en Adiapodoumé.

Estamos bien lejos de los grandes colegios y filiales tradicionales, sin embargo, esta iniciativa se ha inscrito en la tradición pedagógica de la Congregación: responder a las necesidades de la época, educar a las personas, ayudar a su dignidad. Una formación seria no está de más en un sector en donde los aprendices son a menudo explotados. Sin contar el aporte financiero que un tal taller podría brindar a la comunidad religiosa. El proyecto está evaluado en 140.000 euros en varias etapas, sobre 4 años. Para empezar, el P. Sergio y sus futuros mecánicos esperan un empujoncito: el nuestro.

Jean-Luc Morin,SCJ

 

PARA CUALQUIER AYUDA: 
Banco HSBC cuenta N°6006011215 / C.B.U. 1500600600060060112150
a nombre de Ierullo Bruno  

Una figura de la Iglesia de Marruecos

EL PADRE ALBERTO PEYRIGUÈRE (1883-1959)

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Festejamos este año el 50 aniversario de la muerte del Padre Alberto Peyriguère. Para muchos de nosotros un desconocido, pero sin embargo un poco ligado a Betharram, pues era originario de Trébons, un pueblo cercano a Lourdes, y que vivió en Marruecos del 1926 al 1959 (año de su muerte). Vivía en El Kbab en el Atlas Medio; y cuando venía a Casablanca, a partir de los años 1940, venía a reponer fuerzas en nuestra comunidad del colegio Carlos de Foucauld en donde encontraba al Padre Luis Duboé, scj, originario del mismo pueblo. Y luego, en la dinámica espiritual impulsada por Carlos de Foucauld no está lejos del “Aquí estoy, por Amor, que nos enseñó San Miguel.
Ordenado sacerdote en 1906 para la diócesis de Burdeos, leyendo la vida del Padre Carlos de Foucauld, descubre lo que buscaba y quiere tratar de ser uno de sus discípulos. Después de un ministerio en Túnez y en Argelia, en 1926 se pone a la disposición del obispo de Rabat que comprende su vocación. Es enviado entonces urgentemente a Taroudant para cuidar a los enfermos del tifus; a su vez es alcanzado por el mal, pero la supera y se instala entonces en 1928 n El Kbab, pueblo del Atlas Medio, a 35 km. de Khenifra. Quedará ahí hasta su muerte.
Compartirá la vida de esa tribu berberisca, improvisándose de enfermero para cuidar a los numerosos enfermos que vienen a él o a quienes va a visitar en los campamentos nómadas. Gracias a la generosidad de numerosos bienhechores, cura, vista, alimenta a esta población que vive muy pobremente. Y al mismo tiempo, trabaja para conocer mejor la cultura berberisca. Defiende a la población contra la administración del protectorado y por eso es varias veces amenazado de exilio. Pero guarda siempre su libertad de palabra para defender a los pobres.
No duda tampoco en ir a las grandes parroquias de las ciudades para hacer reflexionar a los cristianos sobre su responsabilidad frente a sus hermanos musulmanes. También ahí su palabra molesta a la gente de bien.
Su vida de contactos amigables, de servicios está sostenida, vivificada por largas noches pasadas en la capilla delante del Santísimo. Celebrando la mayor parte solo la eucaristía, encuentra en ella la fuente y el dinamismo de su actividad. Bebe en ella su solidaridad con ese pueblo. Quiere entonces vivir a Cristo en medio de todos, dejándolo transparentar a través de toda su vida y reconociéndolo en cada uno de sus hermanos los hombres.
Poco después de la independencia de Marruecos (1956), con el régimen duro que lleva en la montaña, está acabado; es hospitalizado en Casablanca en donde muere el 26 de abril. Pero será enterrado en el pueblo que había amado tanto.
En el momento de la inhumación un joven berberisco leerá este poema de adiós: “El ermitaño musulmán no tenía mujer ni hijos: todos los pobres eran su familia. Dio de comer a los que tenían hambre. Vistió a los que estaban desnudos. Curó a los enfermos. Defendió a los que eran tratados injustamente. Acogió a los que no tenían casa. Todos los pobres eran su familia, todos los hombres eran sus hermanos. ¡Dios, sé misericordioso con él!”
¡Este poema no lo escribió un evangelista del tiempo de Jesús, sino un joven musulmán del s. XX! ¿No es verdaderamente parecido a lo que estamos invitados a vivir en nuestra vida religiosa betharramita, en pos de un cierto Jesús?

Mons Vincent Landel,SCJ

En estos tiempos no siempre fáciles para el diálogo islamo cristiano que es un desafío para nuestro tiempo escuchemos lo que escribía P. Peyriguère : « Un verdadero cristiano que lo es hasta el final y un verdadero musulmán que lo es hasta el final, ¿cómo no se podría comprender y quizás, en ciertos momentos, caminar juntas las manos? Tienen en común un tesoro moral y espiritual que no pueden sentir en peligro… Hay que tomar a los demás como son porque están obligados también a tomarnos como somos. Incluso si no tienen las cualidades que preferimos o si no las tienen de la manera que preferimos, tienen otras. Hace falta variedad en el mundo para que Dios no lo encuentre uniforme, ni nosotros tampoco. Variedad en las cualidades respectivas como en los defectos ».


 

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1929-2009

BETHARRAM EN COSTA DE MARFIL

Nuestra Congregación hizo sus primeros pasos en Costa de Marfil hará pronto 50 años. El relato de esta aventura nos acompaña a lo largo de todo este año jubilar. Se lo debemos al P. Laurent Bacho, consejero general y formador cerca de Abidjan.

6. EL CUESTIONAMIENTO

El 4 de agosto de 1977, Don Jean-Marie Kélétigui viene nombrado como Obispo de Katiola en reemplazo de Mons. Durrheimer que quedaba como el último obispo misionero en el país; la ordenación episcopal tuvo lugar el 30 de octubre, en presencia del Presidente de la República, Félix Houphouet Boigny. La recepción fue bajo las sombras de los mangos del seminario. El cambio va a exigir una implicación mayor en todos los cristianos para con la vida de la diócesis. En el seminario, algunos signos de desánimo; llegados a clase terminal  en el Seminario Medio de Yopougon, nuestros antiguos alumnos no pasan al Seminario Mayor y prosiguen sus estudios en la universidad, la función pública ofreciendo plazas interesantes. En septiembre de 1978, el Obispo envía a Don Dahiri a estudiar; es reemplazado por el P. Jacquot, vicario SMA en Ferké. Con él, como con un laico Denis Coulibaly, profesor en el seminario desde hace 3 años, la colaboración es excelente.
Con el nuevo obispo, tentativa de diversificación de misión; el P. Laurent Bacho es nombrado vicario de la parroquia de Katiola, teniendo al mismo tiempo un pie en el seminario; es capellán de los jóvenes, de la prisión y encargado de un importante complejo agroindustrial de caña de azúcar en donde trabajan unos mil obreros, siendo la mayor parte inmigrantes de Burkina Faso. Un nuevo superior provincial en agosto de 1979, el P. Gabriel Verley, viene a buscar al P. Ségur a Katiola para la animación vocacional. Es el P. Beñat Oyhénart que se convierte en superior de comunidad y director del seminario, al mismo tiempo que se ocupa del economato y teniendo numerosas horas de clase. El nuevo provincial viene a animar a la comunidad bien reducida y a consolar al Hermano Jean-Claude; la carpintería de la misión se quemó después de la fiesta de Navidad. Pronto un nuevo llegado a la comunidad, el P. Arialdo Urbani, veterano de Tailandia, será vicario en la parroquia de Katiola.
En agosto de 1981, un viaje relámpago del Superior provincial para pedir al P. Laurent de ir a Pibrac en donde la provincia encara la comunidad de formación de los jóvenes. ¿Pode-mos seguir guardando la responsabilidad del seminario? No, más aún que la vuelta a la diócesis de Don Dahiri está prevista; tiene la experiencia y la competencia requeridas. ¿Tene-mos que dejar la diócesis, principalmente para acercarnos más al Hno. Jean-Claude que se encuentra, después de algunos meses, como ecónomo en el Seminario Mayor 1er ciclo de Ouagadougou? ¿Tenemos el derecho de dejar una diócesis ya pobre en sacerdotes, porque ha habido problemas de comunicación?
Se encara un verdadero discernimiento; la comunidad del lugar pide quedar en la diócesis, el Obispo propone confiar a la congregación la responsabilidad pastoral de las parroquias de Boniéré y Dabakala. Es un sector pastoral un poco dejado que no atrae a mucha gente, un lugar soñado para Betharram que recibe misión “de ejercer la inmensidad de la caridad en su empleo, por poco  limitado que sea”, “la entrega a las obras que los demás no quieren”. Betharram deja Katiola, esa encrucijada con agua corriente, electricidad, televisión, asfalto… para meterse en plena selva.

Laurent Bacho,SCJ

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